CAPÍTULO 128: LA LÍNEA QUE NO SE CRUZA
Andrew
El zumbido del fluorescente sobre mi cabeza se mezcla con el leve olor a desinfectante y croquetas. Las patas de un cachorro golpean el suelo del consultorio mientras su dueña agradece por la revisión. Sonrío, mecánicamente, y me despido con una inclinación de cabeza. Apenas cruzan la puerta, suelto el aire contenido en mis pulmones.
La jornada ha terminado, pero mi cabeza no.
Me quedo allí, solo, con el uniforme ligeramente arrugado y los nudillos todavía vendados. Claire. Su imagen no me deja en paz. Desde aquella noche no he vuelto a dormir como antes. Aunque… tampoco es que haya dormido bien en mucho tiempo.
Me quito la bata, tomo las llaves y en lugar de dirigirme a casa, giro el volante hacia el centro. Sé perfectamente dónde trabaja porque hemos sido amigos durante casi el mismo tiempo que conozco a Maddison.
El tráfico es denso, como siempre a esta hora, pero no tengo prisa, solo tengo ansiedad y culpa. Y ese deseo asfixiante de ex