CAPÍTULO 140: LO QUE NO SE DICE
Maddison
Desde que le dije a Derek que estoy embarazada, algo en el aire ha cambiado. Pensé que sería como un alivio, una esperanza, pero lo único que siento es la creciente sensación de que he abierto una puerta que no sé si debí cruzar. Derek no ha dicho nada malo, no me ha dado la espalda, no ha desaparecido, pero ha estado… diferente. Más callado, más introspectivo. Lo veo mirarme a veces como si no supiera cómo hacerlo, como si tuviera mil preguntas en la lengua, pero no se atreviera a decir ninguna, y yo tampoco pregunto porque si lo hago, tal vez confirme ese miedo que me atraviesa el pecho: que él piense que este bebé llegó en el peor momento, que no esté seguro de quererlo, o peor, que como antes, también esté pensando en irse.
Esta mañana lo noto más frío que nunca. Me pasa el café, me pregunta si dormí bien, pero no me toca, no me besa, no me llama “mi amor”. Me mira como si yo ya no fuera parte de este presente.
—Voy a salir un rato —le digo