CAPÍTULO 143: EL JUEGO QUE ARDE

Vanessa

Me deleito viendo el video una vez más. La expresión de Maddison cuando me lanzo al suelo fingiendo debilidad es perfecta. Justo cuando se abalanza sobre mí, capturo su peor ángulo, su rabia desbordada, sus gritos sin sonido y mis manos elevándose con aparente terror. Es arte, un cuadro dramático listo para incendiar las redes.

—Córtalo justo después de que ella me golpea —le ordeno a uno de mis asistentes—. Quiero que la parte donde la separan y yo estoy en el suelo se repita, que parezca una bestia sin control. Y súbelo desde las cuentas que usamos para las campañas de difamación, esas que tienen nombres de mamá soltera, feminista dolida o lo que sea que ahora las haga sentir validadas.

Él asiente, obediente, asiente sin siquiera mirarme a los ojos. Me gusta que me tengan miedo, significa que aún tengo poder.

Tomo una copa de vino, me acomodo en el sofá y cruzo las piernas con elegancia. En menos de quince minutos, el video ya está circulando