Maddison
—¿Fuiste sola a la cárcel?
Derek me lo pregunta con reproche. Su voz no suena molesta, sino tensa, como si tuviera miedo de la respuesta.
—Sí —admito en voz baja—. No te dije nada porque sabía que ibas a preocuparte, pero necesitaba hacerlo. Necesitaba hablar con ella. Intentar… que hable.
Él se pasa la mano por el rostro. No está gritando, pero cada movimiento suyo es de pura frustración.
—¿Y si te pasaba algo, Maddison? ¿Y si esa mujer te hacía daño? ¡Estás embarazada! Ya no puedes exponerte así.
—Lo sé —respondo, apretando la mandíbula para no quebrarme—. Créeme que lo sé, pero no sabía que iba a encontrarme con Vanessa, solo quería que Eleanor me dijera la verdad. Necesito saber dónde está nuestro hijo.
Derek se acerca y me toma de los brazos con suavidad, sus ojos brillan con algo más que enojo. Dolor. Impotencia.
—Esa mujer es una serpiente, Maddison, nunca juega limpio. No debiste atacarla así, la única que queda mal eres tú.
Lo sé, lo supe desde que vi su sonrisa torc