Al día siguiente
El sonido de un timbre hace que me despierte y deba limpiar la baba que dejé sobre mi brazo. Durante toda la noche me quedé en el escritorio pensando sobre lo que debía escribir como normas entre mi jefe y yo, pero, al final, el sueño me ganó.
El timbre sigue escuchándose y yo me levanto, sintiendo que mi cuerpo va a partirse en dos por cuan mal dormí. Suspirando profundo, camino hacia la puerta, abriendo esta con molestia.
— ¿Quién rayos toca tan temprano? — pregunto sin abrir los ojos para que la claridad no sea molesta.
— Lindo peinado, señorita Pussi. — dice mi jefe y de inmediato, abro mis ojos encontrándome la sonrisa burlona de mi jefe.
— S-señor Cappelletti. — susurro en un hilo de voz.
— En el trabajo te veía siempre perfectamente arreglada y peinada, creo que hemos perdido esas buenas costumbres, como también, estar puntual.
De inmediato, miro hacia mi cuerpo y maldigo internamente porque mi ripa esta desarreglada y me imagino que mi cabello esta peor.
— En