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Ya era hora.

Había practicado este momento con Sol casi treinta veces.

Primero salían la niña de las flores de la casa, que era una sobrina de Alejandro, para ir hacía una gigante carpa en medio del hermoso jardín. Después irían las demás, quien era Sol y unas primas de la familia Ferreira, que caminarían por el pasto elegantemente. Y al final estaba yo, sola.

No había un hombre o padre, que me acompañara hacía el altar. De pequeña siempre soñé con este momento, deseando que mi padre tomara mi mano y me llevara hacía las manos de mi esposo, pero era solo yo con un ramo de rosas. Suspire profundamente mientras dejaba salir algunas lágrimas, pero no tantas como para arruinar mi maquillaje. Este era mi destino, la puerta estaba abierta para que yo pudiera salir y dejar todo esto atrás, pero no fui a esa dirección, sino que salí por la puerta del jardín para caminar hacía la enorme carpa, mientras veía las rosas que la pequeña sobrina de Alejandro fue dejando en el pasto.

Estaba usan
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