Al día siguiente, me encontraba sola, mirando por la ventana. Esperando, sentía que algo malo estaba ocurriendo y el rey, no me informaba. Echaba de menos a Nathaniel, sin embargo la puerta se abrió y dije sin darme vueltas.
—¿Qué?
—¡Mamá! –exclamó una vocesita, al girarme encontré a mi pequeño bebé y sonreí sin poder evitarlo. Lo abracé con mucha fuerza y unas lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Le había echado de menos, a pesar de un día de ausencia.
—Mi bebé –susurré dándole besos en todo su cabello, lo estreché entre mis brazos, hasta que unos pasos me desconcentraron. Al levantar la vista, encontré mirándome fijamente al rey. Ingresó y asentí con felicidad.
Luego nos dejó solos, y estuve toda la tarde paseando con mi pequeño, enseñ