Salí corriendo, al llegar frente a la habitación y dar un golpeteo me dejaron pasar. El rey, se encontraba cubierto de paños mojados, tenía fiebre. Hice una mueca, cambiando los paños con las mejillas sonrojadas al notar su torso desnudo frente a mí.
Estaba dormido, su respiración calma, me indicaba eso. Mis dedos recorrieron la dureza de su mandibula, bajando despacio hasta sus labios, eran suaves, tal cual imaginé. Sus ojos se abrieron de golpe, aferrando mi muñeca y juntando mi cuerpo al suyo. Ahora estaba sobre mí, y mi respiración se agitó.
—Alteza… —comenté temblorosa y sonrió acariciando mi rostro.
—Duquesa –comentó y antes que pudiera decir algo, me besó. Me aferré a su rostro suspirando, sintiendo que una parte de mi rota, se recomponía con ese simple contacto. Pero al recordar la amabilidad y amor