#87:

Augusto:

El patio de ejercitación está desierto y el humo asalta mi visión y mi olfato, mientras el vidrio cruje bajo la suela de mis botas.

Camino por los pasillos, repletos de papel higiénico, sonriendo ante las ironías de la vida. La sangre de los prisioneros que se amotinaron está en el suelo y varios cuerpos baleados permanecen en el exacto lugar en que cayeron.

Me imagino la cara de mi tío cuando supo lo que sucedía en su prisión. La sonrisa de satisfacción que tengo en el rostro no parece querer borrarse y a lo lejos aún escucho los disparos de los guardias que todavía lidian contra los convictos que intentan escapar.

Sí, soy yo quien motivó este motín y sí, soy una alimaña manipuladora, e hice esto, persiguiendo un solo objetivo. «Yunior Farías está debajo de este mismo techo desde hace semanas».

A pesar de mis constantes protestas, Marcos no quiso escuchar mis razones. Al final, calculé mal sus lealtades y quedó claro que sus amos son lo primero, y luego su herma
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