Capítulo VIII. “Las cadenas que nos unen. Parte 1”

Ruyman.

Siempre he decidido mi camino, nunca me ha gustado que nadie me controle, ni mis padres, lógicamente no me refiero la desobediencia a mis progenitores, en especial a mi madre, esto último se paga caro en la familia Bencomo, sobre todo en la adolescencia.

Es más bien, que debido a la maldita educación que mi familia me ha dado, centrada en que las mujeres de mi familia siempre deben ser protegidas, aunque ellas no quieran, eso fue los que nos inculcó nuestro padre desde la cuna, de ahí la obsesión que teníamos nosotros desde pequeños, desde que nació mi hermana. A protegerla de todo y a toda costa.

También es verdad que lo convertimos en un hobby, nos encantaba vérselo pasar mal a todo incauto que se le acercaba, nos hicimos expertos maltratadores de pretendientes a salir con mi hermana, era como una forma de venganza, ya que, Ranita, era de armas tomar, con una lagrimita, podía hacer que pasáramos por un infierno, gracias al guardián de las puertas, mi padre, que a la hora
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