Bien, ¡ahora le doy órdenes a Perrone! Joder, ¿qué estaba pasando? Nunca había visto a Sebastián así. Era tan dulce y gentil, incluso cuando estaba enojado. Pero en ese momento no fue así.
Sebastian entró en la habitación y yo lo seguí. Antes de cerrar la puerta, le dije al secretario:
- Ya dejaste de darle mensajes míos una vez, ¿recuerdas? ¿Qué diablos tienes contra mí de todos modos?
- Nada, señorita Novaes. Sacudió la cabeza.
- Espero que no me dé poder, porque lo primero que voy a hacer es contratar a otra secretaria.
Realmente no entendía qué tenían contra mí los secretarios de todas las empresas. Incluso parecía algo combinado.
Entré y cerré la puerta. Estaban Sebastián, Tony y la mujer que coordinaba la parte de RRHH de la empresa Perrone.
- Hola... - Saludé, tratando de no parecer el loco que llegaba tarde a una reunión importante y aún “causaba” en la recepción.
Relájate, Bárbara, eres casi la directora ejecutiva aquí. No te dejes engañar, Sebastian es tu padre y por eso tie