Seguíamos tumbados junto a la cascada, el agua que caía salpicaba nuestras caras. Se había levantado una brisa agradable, mis piernas estaban enroscadas en las de Dante y mi cabeza apoyada en su pecho, el latido de nuestros corazones se había sincronizado, el tocaba mi pelo, yo acariciaba sus cicatrices.
- Te lo pusiste.
Le mire sin entender muy bien a qué se refería.
-El collar.
-Si.
- Lo deje para que te protegiera mientras no estaba. Es un collar de protección, era de mi madre, es de los pocos recuerdos que me quedan de ella.
- Cuando no tengas que volver a irte te lo daré.
-No cuando no haga falta proteger a nadie será cuando me lo darás.
Le sonreí, mientras seguía acariciándole, con mis manos toqué una cicatriz que sobresalía más que el resto.
- Son marcas de guerra.
- ¿De guerra?
- Podría decirse, esas que estas tocando me las hizo otro hombre lobo, uno que intento atacar el Clan. Fue al principio de ser nombrado Alfa, era un lobo extremadamente fuerte, me desgarro el costado.
-