Corazón roto.
Cuento los minutos de ausencia de Sam con ese mal presentimiento alojado en mi pecho.
Desde lejos puedo vislumbrar un anciano muy encorvado,tiene una manta de cuadros sobre la espalda y un andar lento y paciente,entre las manos lleva un mechero y una curiosa tinaja de aluminio,es muy chica ,pero se puede ver cómo va humeando al unísono que él va avanzando.
Se detiene enfrente de un farol de la calle,aviva el fuego de la tinaja con algo de esfuerzo y se incorpora lentamente.
Luego apila unas ramas secas y prende una pequeña hoguera.
Un humo denso va escapando del fuego mientras el anciano recoge las hojas secas de los árboles y las echa a las brasas encendidas,al parecer está limpiando el parque.
Es tan moroso que cuando regresa por segunda vez con más hojas,el fuego va ralentizándose, así que saca un frasco de su bolsillo y lo reanima con gasolina.
Un escalofríos espeluznante me recorre la médula, salgo del auto y merodeo por el parque.
Desde dónde estoy el humo que sale de la hoguera