Un par de semanas después...Esa noche, Nueva York brillaba con una energía especial. Las luces de Broadway, como estrellas atrapadas en el asfalto, iluminaban el horizonte con su brillo inconfundible. Maddie y Blake caminaban por la acera, rodeados del bullicio característico de la ciudad, mientras una leve brisa nocturna acariciaba sus rostros. Aunque los días recientes habían estado llenos de desafíos, esa noche era diferente. Esa noche, estaban juntos, listos para dejarse llevar por el glamour y la magia de Broadway.—¿Estás lista para sumergirte en el espectáculo? —preguntó Blake, con su voz llena de emoción —. Sé que estos espectáculos siempre te alegran mucho.Maddie sonrió, mirando las enormes marquesinas que adornaban los teatros, prometiendo una noche de escapismo. Aunque las sombras del pasado aún acechaban su vida, ese momento les brindaba una pausa.— Tú bien sabes que sí. Amo el teatro y la música, sólo que... extraño un poco a mis padres y a mi tío. —respondió Maddie, u
Maddie, atónita y temblorosa, apenas lograba entender lo que sucedía a su alrededor. El peligro se cernía sobre ella, y su mente luchaba por reaccionar. En ese instante, Blake vio lo que sucedía y, con un esfuerzo increíble, usó toda su fuerza para liberarse de los hombres que lo sujetaban.Antes de que Ava pudiera apretar el gatillo, Blake saltó hacia adelante, posicionándose entre ella y Maddie, justo en el momento en que el disparo resonó en la calle desierta. Un dolor agudo atravesó su torso, y su cuerpo cedió ante el impacto.— ¡Blake! —gritó Maddie, completamente desesperada, mientras el sonido de los pasos de los secuaces de Ava se desvanecía en la distancia.Blake cayó de rodillas, pero mantuvo la compostura. Su mirada, llena de dolor, se clavó en Maddie, tratando de hacerle entender que todo estaba bien, que ella no debía temer.Ava, sorprendida por la valiente intervención de Blake, retrocedió, aunque no perdió su expresión malévola. Los hombres que la acompañaban empezaron
Un par de horas después, la bruma del dolor comenzó a disiparse lentamente. Un murmullo de voces a su alrededor la fue trayendo de regreso a la conciencia. Sus párpados se sentían pesados, como si una fuerza invisible los mantuviera cerrados, pero con esfuerzo logró abrirlos.La luz tenue de la habitación le hizo parpadear varias veces hasta que su vista se aclaró. Reconoció el techo alto y las paredes pálidas del hospital, el inconfundible olor a desinfectante llenando sus pulmones.— ¡Maddie! —exclamó una voz masculina, cargada de alivio y preocupación.Giró levemente la cabeza y vio a su hermano Paul inclinado hacia ella, con los ojos brillantes de angustia. A su lado, Alice le sostenía el brazo con dulzura, su rostro delicado reflejando la misma preocupación.— Gracias a Dios... —murmuró Alice, acariciando suavemente la mano de Maddie.Del otro lado de la cama, Patrick, su viejo amigo y confidente, la observaba con una mezcla de seriedad y ternura. Llevaba la chaqueta ligeramente
El viaje hasta la residencia de Don Vitale transcurrió en un silencio tenso. Maddie, sentada en el automóvil junto a Gianna, se retorcía las manos con nerviosismo. Cada minuto que pasaba era una daga en su pecho. Blake estaba en algún lugar, herido, tal vez muriendo, y ella no podía soportar la incertidumbre.— Respira, bambina —susurró Gianna, posando una mano sobre la de Maddie. Ella estaba destrozada, pero tenía que ser fuerte por Maddie y también por su hijo—. Hagas lo que hagas, no le muestres miedo. Carlo tiende a no respetar a esa clase de gente y tampoco respeta a las mujeres; pero recuerda: tú no eres cualquier mujer. A sus ojos, tu eres una Vitale. No dejes de recordárselo.Maddie asintió, aunque la ansiedad seguía oprimiéndole el pecho. Sabía lo que significaba recurrir a Don Vitale. Pedir su ayuda era hacer un pacto con un hombre que nunca concedía favores sin esperar algo a cambio. Pero en ese momento, era el único con la suficiente influencia y poder para encontrar a Bla
Blake despertó con un dolor punzante en la cabeza y un latido irregular en su costado derecho. El sabor metálico de la sangre inundaba su boca y apenas podía respirar sin que un dolor lacerante le atravesara el pecho. La camisa empapada y pegajosa le indicaba lo evidente: la bala lo había alcanzado. No estaba muerto, pero cada latido lo acercaba peligrosamente a la inconsciencia.El lugar donde lo tenían era un sitio oscuro y húmedo, probablemente un sótano o un almacén abandonado. El aire olía a moho, a tierra y a óxido, y la única fuente de luz provenía de una bombilla titilante colgada del techo. El concreto frío contra su espalda le provocaba escalofríos, y aunque intentó moverse, pero sus muñecas estaban atadas con una gruesa cuerda de yute, tan apretada que la piel se le enrojecía y sentía los dedos entumecidos. Cada intento de moverse solo lograba que los nudos se hundieran más en su carne.A pocos metros de él, Ava lo observaba con una expresión indescifrable. Su vestido de co
— Don Vitale, encontramos a este desgraciado— dijo, Giorgio Ferrante, empujando a un hombre con fuerza, derribándolo al suelo —. Este borracho estaba diciéndole a quien quisiera escucharlo que el millonario Blake Townsend tenía los días contados. El Don fijó sus ojos endurecidos y furiosos sobre el hombre maltrecho por los golpes que los hermanos Ferrante le habían propinado. Era Vinnie. — Dice que se llama Vicenzo y que es primo de la mujerzuela esa—dijo, Pietro, escupiendo en el piso—. Si quiere mi opinión, este don nadie es un imbécil que sólo hace lo que lo que le ordenan por dinero. Es una escoria, pero de asesino tiene lo que yo de príncipe—pronunció con desdén y sorna el mafioso. Vinnie tosió con dificultad, escupiendo un hilo de sangre sobre el mármol del piso. Temblaba, pero no se atrevía a levantar la mirada. Sus labios partidos murmuraban incoherencias, como si aún estuviera bajo el efecto del alcohol o del miedo.Don Vitale se acercó con paso lento, su bastón golpean
Mientras Don Carlo interrogaba a Vinnie, el doctor Milton Friedman se disponía a hacer lo que él creía correcto; hacer lo posible para liberar a Blake de las feroces garras de Ava. Mientras iba camino a la residencia de los Aston, su sentimiento de culpa pesaba cada vez más en su alma.¿Cómo se había dejado envolver de esa manera? ¿Por qué se había dejado enceguecer por su amor incondicional a Ava sin poder ver la realidad? La lluvia azotaba el parabrisas como látigos de agua, pero Milton no se detenía. Cada gota parecía una acusación, un recordatorio cruel de su complicidad en aquella pesadilla.Recordaba las palabras de Ava, tan dulces al principio, tan convincentes. Le hablaba de Blake como si fuera una amenaza, un tipo que prácticamente la había torturado. Y él... él había creído todo. Porque quería creerlo. Porque amaba a Ava desde el momento en que la había visto, aunque nunca lo hubiese admitido del todo. La admiraba, la idealizaba, incluso cuando su oscuridad se hizo evi
Apenas escuchó el anuncio del mayordomo, Don Vitale se detuvo en seco. Se giró lentamente clavando la mirada fúrica y atónita sobre el hombre.— ¿Qué dijiste? —preguntó con voz baja, cargada de gravedad.— Que la señora Madelaine, dice saber en donde se encuentra el señor Santino —repitió el hombre, visiblemente nervioso ante la intensidad en los ojos del Don.Carlo Vitale no perdió ni un segundo de tiempo. Caminó con rapidez directamente a su despacho con su hombre de confianza y su consiglieri pisándole los talones.Apenas entró, se dirigió hacia su escritorio y tomó el auricular del teléfono.— ¿Madelaine? —preguntó, como si todavía no creyera que fuese ella la que lo estaba llamando.La joven trataba de calamar su nerviosismo, pero no podía. La necesidad de volver a ver a Blake y tenerlo de nuevo con ella la carcomía. —¿Madelaine? —repitió Don Carlo, con una mezcla de sorpresa y cautela.—Don Vitale... Tío —dijo ella, casi sin aliento—. Tengo información… concreta. Blake está vi