Blake apenas podía creer lo que había sucedido. Aún sentía el peso del arma en su mano, aunque ahora solo quedaba el temblor en sus dedos y el eco de su propia respiración entrecortada. Parecía que, después de la efervescencia del momento vivido en la residencia de los Hamilton, las palabras del conde lo hubiesen traído de vuelta a la realidad con un golpe seco.
"¿En qué demonios estaba pensando cuando quise volarle los sesos a ese maldito frente a una pobre mujer embarazada?" se recriminó con furia. "Lo odio, lo odio con cada fibra de mi ser... Pero ella... ella es tan inocente como Maddie".
El rostro aterrorizado de Sarah aún lo perseguía. La expresión de horror en sus ojos, la manera en que se aferraba al vientre, como si su propio cuerpo fuese un escudo contra el caos que estaba a punto de desatarse. Su llanto había sido desgarrador, casi animal, y en un instante, Blake se había visto reflejado en ese mismo sufrimiento. Porque él sabía lo que era perderlo todo.
Entonces, pen