La residencia de los Hamilton fue rodeada en cuestión de minutos. Los hombres de Blake, perfectamente coordinados, cercaron cualquier posible salida.
A esa hora, la residencia se encontraba en completa oscuridad, ya que sus habitantes estaban durmiendo. Sólo era iluminada por las farolas del jardín. Eso les permitió a los matones, posicionarse en lugares estratégicos.
La cerraduras del portón de hierro y luego la puerta de entrada, fueron fáciles de abrir para los delincuentes, lo mismo que anular la guardia que los Hamilton tenían. Todo estaba perfectamente planeado: entrarían sigilosamente, inundando la casa y sorprendiendo a sus desvalidos moradores.
Uno de los hombres, con guantes de cuero negro, se deslizó en silencio por el pasillo principal, seguido de cerca por los demás. El eco de sus pasos amortiguados resonaba suavemente en la casa. La misión era clara: tomar a David y a su esposa por sorpresa, en su cama.
De repente, un leve crujido en el piso superior hizo que todos s