Desayuno y conversación.
Me despertó el inconfundible aroma a café recién hecho flotando en el aire. Por un instante, tardé en ubicarme. Ya no había truenos, ni ventanas sacudiéndose por la fuerza del viento. Solo una llovizna constante y fina resbalando por el cristal empañado, distorsionando la vista del bosque allá afuera.
Me incorporé despacio, sintiendo el tacto suave de una sudadera contra mi piel. Fruncí el ceño. No recordaba haberme puesto eso. Miré las mangas largas, casi cubriendo mis manos, y los pantalones ligeros y tibios que ahora me protegían del frío. Un pijama sencillo, cómodo… y definitivamente, no mío.
Puse los pies sobre el suelo de madera, y un escalofrío recorrió mi espalda. No de miedo, sino de extrañeza… y un poco de curiosidad.
Seguí el aroma cálido, atravesando el pasillo. La casa estaba en silencio, salvo por el leve crepitar de leña ardiendo en algún rincón. La luz tenue dejaba ver que la electricidad había vuelto. Las bombillas dibujaban pequeños círculos dorados sobre el suelo y