CAPÍTULO 81. Un amanecer quebrado
Valentina abre los ojos con la luz tenue del amanecer. Alejandro sigue dormido a su lado, con el rostro relajado, tan distinto al hombre que suele mostrar el mundo. Durante unos segundos lo observa en silencio, sintiendo un calor extraño en el pecho. En la mesa de noche vibra su teléfono. Lo toma, y la pantalla iluminada le muestra decenas de mensajes de su jefa, reclamándole urgencia en el trabajo. Suspira. La realidad golpea de nuevo.
Se levanta despacio, procurando no despertarlo. Camina hacia el baño, se da una ducha rápida que borra los rastros de la noche, aunque no logra arrancarle la sensación de su piel aún marcada por él. Se viste con movimientos mecánicos, cada prenda devolviéndola a su mundo cotidiano.
Antes de salir, busca un papel y escribe unas palabras breves, sin pensarlo demasiado. Lo deja sobre la mesilla, junto a la almohada que todavía guarda el calor de su cuerpo. Mira por última vez a Alejandro, que continúa dormido, ajeno a su partida. Luego, abre la puerta y s