Al día siguiente, el amanecer trajo consigo una tranquilidad aparente a la mansión Blackwood. Sin embargo, para Isabella, la noche pasada seguía grabada en su mente como un fuego que no podía extinguir. Mientras se arreglaba para el desayuno, su mente volvía una y otra vez al jardín y a las imágenes que había presenciado. No solo la habían sorprendido, sino que también habían despertado un cúmulo de emociones difíciles de contener. ¡Necesitaba respuestas!
Tras encontrar a Rebeca en el salón principal, Isabella decidió no esperar más. Se acercó con pasos firmes y una mirada cargada de determinación. —Rebeca. —comenzó Isabella con un tono determinante deteniéndose frente a ella. —¡Tenemos que hablar!
Rebeca alzó la vista dejando su copa de vino sobre la mesa, con una sonrisa tranquila, pero sabiendo que se avecinaba algo interesante. —Claro, Isabella. ¿Qué sucede? —preguntó con tono despreocupado, aunque sus ojos brillaban con un destello juguetón.
—Anoche... —Isabella dudó por un mome