Myriam frunció los labios, hizo un puchero, tomó su bolso y abrigo, antes de salir con su esposo, ambos se acercaron a la habitación de Tony, el pequeño estaba dormido, y Anne se iba a quedar a cargo.
—Cualquier cosa nos llamas —advirtió Myriam.
—No te preocupes, queda en buenas manos —respondió Anne.
Gerald acarició la cabeza de su hijo.
—Estaremos pendiente de cualquier cosa —le dijo a su ama de llaves.
Ella asintió y enseguida la pareja salió de la casa, el chofer les abrió la puerta del Range Rover y de inmediato salió de la mansión, recorriendo varias avenidas, los condujo a la pista privada de la familia.
Myriam se sorprendió, observó a Gerald y luego el aeropuerto.
—¿A dónde vamos? —indagó.
Él ladeó los labios.
—A París, cenaremos frente a la torre Eiffel —comunicó.
Myriam abrió los labios, sin poder creerlo.
—¿Francia? ¿Cena? —Se llevó la mano a la boca—, nunca he estado ahí. ¿Te volviste loco? —indagó.
Gerald ladeó los labios, le acarició la mejilla.