Las puertas del elevador de las oficinas de industrias Lennox se abrieron, de él salió una elegante y atractiva mujer, de largas y esbeltas piernas, cintura estrecha, caderas firmes. Era alta, distinguida, caminaba con garbo y seguridad.
Los labios de varios empleados se abrieron en una gran O al verla pasar. Iba enfundada en un corto vestido de gaza tipo sastre verde, sus pies calzaban unos botines de gamuza negros, llevaba un abrigo de paño encima.
—Buenos días, busco a Gerald Lennox, soy María Luisa Duque, gerente de exportaciones del consorcio colombiano de café: Alma mía —expresó con firmeza.
La quijada de Amanda fue a parar al piso al ver que aquella mujer de impresionante belleza buscaba a su jefe.
—La está esperando —indicó, y con los dedos temblorosos marcó la extensión de su jefe—. Señor, ya está aquí la persona que está esperando —informó.
—Gracias —respondió Gerald y colgó la llamada, dejando a Amanda sin saber qué hacer.
—Ya la hago seguir —expresó.
«Esto no