Stella
Sus ojos se encienden y luego me besa como si yo fuera el aire que le hacía falta, como si su vida dependiera de ello, y creo que la mía sí. Sus dedos se deslizan bajo mi ropa interior y acarician salvajemente mi sexo húmedo, provocando que un gemido se me escape de los labios. Es como si tuviera electricidad en las manos.
—Estás muy suave. —Me besa más y sus dedos tocan y juegan con mi sexo, intensificando el dulce ataque del placer. Entierro las uñas en su hombro y mi espalda se arquea mientras él va trazando círculos cada vez más pequeños sobre mi clítoris hinchado—. Apuesto a que sabes tan bien como te sientes.
El placer me recorre como un fuego vivo bajo mi piel.
—Más —es lo único que puedo decir, pero lo digo como una exigencia mientras mi piel arde y mi pulso se sale de control.
Me voy a incendiar, voy a estallar en llamas, y lo único que puedo hacer es gemir contra su boca mientras hunde un dedo dentro de mí.
Mis músculos se tensan y lo atrapan, y él mete otro.
—