Nunca sabrá dónde está.
—¿Es cierto eso? Por eso tienes los ojos hinchados, es por eso que has llorado —apartó la mirada de mí y la posó en Antón—. Antón, Dayana, ustedes no pueden divorciarse.
—¿Por qué no? Si no existe amor de parte de una persona, no tiene caso seguir casados —dije, aún con la mirada de Antón puesta en mí.
—Dayi, estás embarazada. Van a tener un hijo —aquellas palabras reventaron en mi mente como un estallido de pirotecnia. El corazón se me detuvo y empezó a latir desbocadamente. Burbujas se formaron en mi vientre, al cual llevé las manos.
—¡Eso no puede ser! Dayana se está cuidando, ¿verdad que te estás cuidando? —inquirió con su mirada frívola.
—Claro que me estoy cuidando, los exámenes deben ser erróneos.
—No hay error, los repetí. Lo que sea con lo que se estaba cuidando ha dejado de hacer efecto, porque tienes un mes de embarazo —extendió el resultado hacia nosotros, para que uno de los dos lo tomara.
Llevé la mano hacia los resultados, los abrí sutilmente con cuatro ojos observ