Naturalmente, Lena tomó el relevo del secretario y llevó a Duncan al despacho.
Los dos secretarios siguieron en silencio a su jefe y jefa.
—Señora Samuel, gracias, pero puedo avanzar solo, no es necesario que empuje.
Duncan no quería que Lena le empujara, la silla de ruedas que utilizaba ahora era automática y podía maniobrar con facilidad.
Lena le respondió sonriendo: —No me costó mucho esfuerzo, señor Lewis, fue usted quien maniobró hacia delante.
Hoy no vestía traje, sino ropa casual. Se había soltado el pelo del moño que solía recogerse.
No llevaba joyas desde que murió su marido. Sin embargo, hoy hizo una excepción y se puso unas joyas deslumbrantes que solía llevar cuando su marido vivía, y se maquilló con delicadeza para parecer una chica de veintipocos años.
Nadie podía decir que era una madre viuda y soltera de unos treinta años.
Cuando salió de casa por la mañana, su hijo la elogió por lo guapa que estaba.
Sus suegros la miraron así vestida y no dijeron nada.
Lena sabía lo qu