No sólo lo oyó, sino que al parecer también lo malinterpretó, ¡como demostraba la forma en que miró a Neo!
De repente, Santiago no pudo contenerse y soltó una carcajada.
Neo entró en pánico y estaba a punto de explicar cuando Santiago lo interrumpió: —¡Sí Neo, no vengas más a mí! ¡No puedo hacer lo que estas diciendo!
—...—¡Mierda!
Los ojos de Neo se abrieron de par en par.
El corazón de Berta se calentó y la pequeña mano en sus brazos se acercó un poco más.
Santiago la miró y sonrió, luego miró a Neo con cara seria:— Lo sé, querias que me metiera en este oficio contigo cuando estabamos en prisión... Pero Neo, mi Berta tiene razón, ¡una carrera como esta no es un trabajo a largo plazo!
—Santia...
—¡Tal vez sea hora de que pienses también en tu futuro!
Las fosas nasales de Neo se abrieron y resopló.
Santiago contuvo la risa hasta que le dolió el estómago, y llevó a Berta a pasear por la playa, dejando a Neo solo y confuso...
No tartaron mucho tiempo cuando el teléfono de Santiago sonó.