Pablo también se apellidaba García, pero estaba a un millón de kilómetros de la falimia García.
Miguel García entonces tenía los ojos en lo alto de la cabeza, y por supuesto ni siquiera miraba a un pariente pobre como él, o lejano.
Miguel no aceptó a Pablo. Empezó a trabajar desde el mercado nocturno puestos de carretera, para finalmente ahorrar el dinero disco tienda, y ahora era dueño de este pequeño supermercado... Nadie pudo entender el dolor y el sufrimiento en el camino, y nadie pudo entenderlo sin experimentarlo.
Este mini-mercado era más importante que su vida.
Pero ahora tuvo que elegir entre su vida y su hija.
—Pablo, ¿eres mudo? —Mónica cogió a Berta en brazos y le acarició la cabeza como había hecho de niña, con las lágrimas saltándole por la cara.
—De todos modos... ¡no estoy de acuerdo! ¿Hay alguna ley en este mundo? ¿Le toca a él decirme qué hacer con la vida de mi hija, la familia Jiménez? ¡Sólo porque usted es rico y poderoso, puede intimidar a la gente!
—¡Así es, yo t