Huntley invitó al Sr. y la Sra. Juárez al Gran Palacio con su hijo, y de paso consiguió que el mejor fotógrafo de la zona austral les hiciera una foto de familia.
El pequeño Santiago no podía andar con paso firme y a veces necesitaba un andador, pero le gustaban mucho los jardines imperiales del Gran Palacio, agitaba sus manitas regordetas por el césped y balbuceaba alegremente mientras saludaba a las mariposas y los pájaros.
Polo lo levantó y se lo echó al hombro, y su hijo volvió a divertirse y a chillar.
Lucía observó horrorizada e intentó adelantarse varias veces para detenerlos, pero Huntley se lo impidió.
—¡No te preocupes, el señor Juárez tiene seguridad y no le hará daño a su hijo! —Sonrió.
Lucía estaba desconcertada y también sonrió bajando la cabeza.Huntley lo dijo, pero en realidad hizo que todos los guardias y doncellas del palacio siguieran de cerca a los dos, por si a Polo se le escapaba la mano, sin duda podrían tomar al bebé.
Lucía se lo agradeció y rió suavemente: —Su