Soledad se sentó allí con la columna vertebral rígida, mirando fijamente a Daniel.
El hombre estaba no se movió durante mucho tiempo.
Soledad le empujó varias veces hasta que la última vez confirmó que todo era una coincidencia y que el hombre estaba realmente dormido.
Así que se acercó sigilosamente para intentar quitarle el anillo.
Sin embargo, en ese preciso momento, ¡Daniel so dio vueltas de repente y le dio la espalda!
La mano que llevaba el anillo estaba aplastada bajo su cuerpo.
Soledad, tras fracasar en su empeño, se quedó mirando a su espalda y no deseaba otra cosa que golpearle.
Pero ella no sabía que el uncle, que en ese momento estaba de espaldas a ella, sonreía como un brillante girasol.
...
Huntley había estado de pie no muy lejos de la caravana.
El asistente le aconsejó que regresara: —Alteza, señorito Guzman tiene un chófer y guardias a su lado, no habrá problemas, ¡puede estar tranquilo!. Ahora... Pronto será la hora del toque de queda en palacio, pues...
—Sancho, ¿cuá