Lucía miró a Rafael, sabiendo ya lo que estaba pasando.
Hera debía de ser muy capaz para haber escalado hasta esta posición entre los miembros del clan real.
Y todos dijeron que era la heredera más probable al trono.
A Lucía nunca le había gustado demasiado tratar con gente de orígenes tan complicados, pero no podía rechazar cuando la princesa la invitaba.
—Rafael, trae al estilista por mí. — Ella ordenó en voz baja.
Cuando fuera a ver a la realeza, debería ir vestida adecuadamente.
La familia Ramírez también tenía su propia estilista.
Al cabo de un rato, la estilista le trajo a Lucía toda la ropa que necesitaba y la maquilló y se puso una camiseta corta y una falda.
Lucía se presentó puntual en el Jardín Real.
El Gran Palacio era espléndido, majestuoso y solemne, incluso las baldosas del suelo estaban incrustadas con oro fino, por todas partes para mostrar la grandeza.
A pesar del lujo y la opulencia, Lucía no pudo evitar sentirse abrumada cuando entró.
Los guardias la condujeron a lo