A Lucía le dio un vuelco el corazón y se volvió para apoyarse suavemente en sus brazos.
Su olor siempre le provocaba un apego increíble.
Lucía durmió profundamente esa noche y se despertó temprano a la mañana siguiente, descubriendo que Polo no estaba a su lado.
Pero el olor a tostadas flotaba escaleras abajo.
Lucía bajó con su gran barriga y Polo estaba trabajando en la cocina. Las amas de llaves se quedaron quietas, sin atreverse a decir nada, y vieron cómo convertía la cocina en el escenario de la Tercera Guerra Mundial.
—Cariño, ¿estás despierta? —Polo asomó la cabeza y le sonrió.
Lucía miró por encima del hombro y recordó aquella vez, cuando aún estaban en Santo Córdova, en la que tuvo un terrible dolor de estómago durante su periodo y se tomó un día libre en el trabajo para quedarse en casa, Polo se ofreció a cocinar para ella, y resultó...
No sólo la cocina estaba hecha un desastre, sino que el desayuno que se preparó fue una tortilla chamuscada.
Lucía rió suavemente y se acercó