Sonia se quedó pálida y temblorosa.
—Fan Lee, tú... ¡No trates una cosa totalmente inútil como una orden de lo alto! ¿Qué le acabo de hacer a mi cuñada? ¡La traje amablemente a comprar ropa, y me calumnias así!
—¿Eres amable? —Fan Lee la miró enfadado —, ¡Sonia, sálvate la cara! No me hagas decir amable!
—Tú...
—¡Llevad a esta mujer de vuelta! —Fan Lee dijo en español fluido a estos guardaespaldas.
Los guardaespaldas eran todos muy fuertes, con una porción inusualmente grande del blanco de los ojos, y tenían un aspecto muy intimidatorio.
El centro comercial había sido desalojado por los hombres de Polo, y las vendedoras de las tiendas de lencería estaban de pie contra las paredes, inmóviles.
El guardaespaldas estaba a punto de ir a detener a Sonia cuando Lucía salió vestida del probador.
—¡Señora! —Fan Lee se adelantó para ayudarla.
Lucía tenía las manos frías y le brotaban gotas de sudor en la punta de la nariz. Sentía los pies de plomo y cada paso que daba le resultaba pesado.
—Señor