Carla se estiró de la cama y se levantó, apoyándose somnoliento en el marco de la puerta.
Al sentir el olor de la cocina, se animó de inmediato y salió corriendo descalza.
La vista de la mesa no la decepcionó.
—Vaya, hermana, ¿eres tan buena cocinera? —Ella se maravilló—. ¡Puedes hacer tan buena comida tan temprano!
Lucía sonrió y llevó el flaco congee a la mesa. Así el desayuno estaba completo.
—¡Come! —Ella entregó los cubiertos a Carla.
—No sé qué tipo de comida te gusta, así que he preparado un poco de estilo chino y occidental. ¡Que lo disfrutes!
—¡Me gusta mucho, gracias! —Carla roía el bollo de leche como un pequeño glotón, con un donut en la mano, y comía con gran satisfacción.
Este tipo de comida era más bueno para el estómago. Y Lucía era una cocinera realmente buena, capaz de hacer tan deliciosos estos ingredientes insípidos y poco excepcionales. El chef de su familia ni siquiera era tan bueno como ella.
No era extraño que Polo estuviera aquí y no quisiera volver. Para captu