En el Hospital General de Coralia.
Era una mañana tranquila cuando un hermoso ramo de flores llegó a la habitación de Valentina en el hospital.
Al ver el nombre en la tarjeta, ella murmuró con sorpresa:
—¿Álvaro Soto?
En ese instante, Santiago irrumpió en la habitación y, al escuchar el nombre de Álvaro, su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y molestia.
Se acercó rápidamente, tomó con brusquedad la tarjeta y las flores, y las arrojó al basurero.
Valentina, desconcertada, intentaba procesar la reacción de Santiago. De pronto, recordó el rostro de Álvaro, inquietantemente parecido al de su esposo.
Justo cuando estaba a punto de preguntar sobre ello, el teléfono de Santiago empezó a sonar.
Al ver el nombre de «Álvaro Soto» en la pantalla, Santiago colgó de inmediato.
Un minuto después, un mensaje de Álvaro llegó:
[Estoy aquí abajo, en el hospital. ¿Quieres que suba a verte y a saludar a Valen?]
«¿Valen? ¿Así le llama él?»
Con una mirada de ira contenida, Santiago salió apresuradame