Silvia se sobresaltó, perdiendo su habitual compostura, y no pudo evitar gritar.
—¡Ah!
El inesperado accidente también tomó por sorpresa a Ana. Justo cuando estaba a punto de retroceder un paso y pegarse al borde del ascensor, la mano de Lucas se extendió de repente para tomar la suya.
—Ana, ¿estás bien? No temas.
Lucas, acostumbrado a situaciones complicadas, se mantuvo tranquilo. Después de un breve período de ajuste a la repentina oscuridad, inmediatamente preguntó por la condición de Ana.
—Estoy bien, no hay problema.
Ana sintió el calor de la palma de Lucas y cualquier rastro de miedo que pudiera haber tenido se desvaneció como humo.
Con ese hombre a su lado, incluso las situaciones más peligrosas que había enfrentado se volvían irrelevantes ante un pequeño inconveniente del ascensor.
Al saber que Ana estaba bien, Lucas respiró aliviado, sacó su teléfono móvil, encendió la linterna y se dirigió al panel del ascensor para llamar a los técnicos.
Durante toda esta conversación, Silvi