41. En los brazos del alfa
Nuria
El calor era extraño.
No sofocante, pero presente. Acogedor, incluso... envolvente. Algo que me rodeaba como una manta invisible. Mis dedos se hundían en una tela suave, y por un momento, pensé estar soñando. Quizás lo estaba.
Me envolvía como una manta invisible... y tenía ese aroma inconfundible a pino, humo y algo peligrosamente masculino.
Mis manos estaban aferradas a una almohada suave. Más suave que cualquier cosa que hubiera tocado en esa casa. Por un segundo, me permití disfrutar de la sensación. Quizás era un sueño. Quizás me había muerto.
Pero entonces mis dedos apretaron más fuerte la tela, y el olor se hizo aún más evidente.
Y me di cuenta: no era solo una almohada.
Era su almohada.
Mi corazón se disparó.
Abrí los ojos de repente.
Y me encontré con Stefanos.
Durmiendo a mi lado.
Solté un jadeo, el susto subiendo por mi columna como una chispa eléctrica. Él estaba de lado, frente a mí, con el cabello despeinado y el rostro parcialmente cubierto por la sombra de su bra