296. Nuestra ruina
Kiara
Estaba allí, sentada en el sofá a su lado.
El hombre que hacía aullar a mi loba y que hacía que todo mi cuerpo suplicara por más.
Pero las palabras no eran suficientes. Las conversaciones no eran suficientes.
Mi cuerpo lo quería a él.
Quería perderme en esa mirada, en ese toque, en ese deseo que desbordaba entre nosotros.
Él parecía intentar contenerse, ser gentil, respetar los límites.
Pero yo no quería límites.
No con él. No más.
Mi mirada se perdió en su perfil por un instante. Fuerte, hermoso, tan atento a mí.
Y mi corazón comenzó a acelerarse de nuevo.
Como si supiera que estaba a punto de hacer algo que lo cambiaría todo.
Lentamente llevé mi mano a su nuca, los dedos deslizándose por su piel caliente y su cabello sedoso.
El toque fue suave al principio, una caricia casi inocente.
Pero cuando sentí que su cuerpo se tensaba bajo mi toque, mi loba vibró.
Esto era lo que quería.
Empecé a masajear su nuca con más intención, los dedos clavándose ligeramente, explorando.
Vi cuand