Diana
El agua caliente envolvía mi cuerpo como seda líquida, perfumada con aceites raros y espuma brillante. Las altas ventanas del baño dejaban que la luz de la mañana entrara en suaves haces, dorando mi piel. Mis manos se deslizaban sobre mi vientre, ahora evidente, y una sonrisa se dibujó en mis labios.
El heredero crecía fuerte.
Y con él... mi imperio.
Era esto lo que siempre había deseado.
Una sangre pura. Un trono a mi espera. Y ahora, cargando el fruto de la unión entre el linaje Eclipse y Varkas, no era solo una loba, era la nueva era.
El trono podía tener un nombre temporal ahora.
Pero no importaba.
Al final, todos se inclinarían ante mí.
Cerré los ojos, me sumergí hasta el cuello y solté un suspiro satisfecho, hasta que oí pasos apresurados resonando desde el otro lado de la puerta.
"Señora..." — era Adrian, el beta de mi padre, con la voz cargada de tensión. "Perdón, pero tenemos una situación..."
"Entra, Adrian," corté, perezosa, sin moverme de la bañera.
La puerta se abri