163. Hora de sacarlo de escena
Stefanos
El cuarto estaba sumido en silencio, roto solo por el suave sonido de la respiración de Nuria contra mi pecho.
Ella dormía profundamente, rendida al cansancio... y, finalmente, en paz. Mi brazo la envolvía con firmeza, como si mi tacto pudiera protegerla del mundo y, en el fondo, era exactamente eso lo que deseaba.
Dos corazones latían dentro de ella. Y yo sabía, con una certeza abrumadora, que moriría por ambos sin dudar.
Mi lobo estaba rendido de una forma que nunca imaginé que fuera posible. Por más que intentara silenciar la emoción que me invadía, esta se desbordaba, en silencio, pero con una fuerza arrolladora.
Mi mente, entrelazada con el instinto y el sentimiento, solo podía pensar en que ella era el centro de todo. Nuestra ancla. Nuestra razón. Y que nada, absolutamente nada, podría tocarla... no mientras yo respirara.
Incliné la cabeza hacia atrás, intentando silenciar mis pensamientos. Pero las imágenes del ultrasonido regresaban como destellos vívidos: el pequeño