“Mucho más fría que la nieve convencional, mucho más dura que el hielo normal, e imposible de derretir. Son algunas características de las Lágrimas de Nedgaus, aquel hielo mágico que tiene un color dorado por su origen divino”
Fragmento del tema cuatro de: Unión de Chispas,
Vínculos y Regalos Mágicos entre Almas Heladas.
Por Lady Eira Lindgren.
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Hoy el cielo celeste estaba decorado por la nieve de las nubes, se agrupaba en figuras y formas abstractas y lo más probable es que cayera a la tierra en la brisa nocturna cuando nevara. Pero la nieve no solo decoraba el cielo, Kari se encontraba rodeado de ella por todos lados, blanca y pura: sobre las ramas de los árboles, sobre las hojas, abrazando y cubriendo la tierra.
Adentrarse en el bosque de troncos y blanco era lo que más le gustaba, cada paso que daba en su interior era un suspiro de relajación, alejado de los humanos, su destrucción y sus problemas. Y hoy la tranquilidad de la naturaleza nevada se sentía más que nunca, ya que otro humano se había instalado en su casa por quien sabe cuánto tiempo.
Vestido con unas botas y ropa ligera de tonos marrones el campesino cargaba dos hachas pequeñas en su espalda, un largo cinturón de cuero y su compañero a un lado cargaba una cesta de mimbre en la boca.
Nada le encantaría más como poder quedarse en la casa y cuidar a su abuela de ese humano desconocido, que aunque herido no dejaba de parecerle peligroso. El problema es que tenía que conseguir dinero haciendo estos trabajos, no podía simplemente dejarlos y su abuela ya era muy mayor como para poder acompañarlo. Así que solo le quedaba confiar en los dioses de los vientos.
Magnus hizo un sonido con su boca que llamó la atención de Kari, cuando este levantó la mirada el lobo blanco y gris comenzó a correr entre los árboles. Su compañero no perdió el tiempo en seguirlo con paso rápido hasta que llegaron a su destino, el lobo dejó caer la cesta a un lado y saltó para colocar sus patas delanteras en un grueso tronco, con el hocico y ojos mirando determinada rama.
El campesino se detuvo a su lado y observó. –Una rama con tres pinebras –se dijo, eran dos rojos y uno amarillo–. Hay bastantes ramas, creo que esta vez no necesitaré usar el cinturón.
Tomando una bocanada de aire el Elfo Invernal levantó sus brazos y se agarró con firmeza a dos ramas cercanas, hizo fuerza en el abdomen para elevar sus pies hasta poder colocarlos en otra rama más baja y así fue subiendo. En el suelo blanco el gran lobo se emocionaba de solo verlo, parecía recibir una ráfaga de energía y daba vueltas alrededor del árbol buscando la mejor perspectiva.
Después de girar unos 60 grados puedo encontrar una muy buena vista, observó al campesino sentarse en una rama gruesa, aunque parecía resistente no era muy grande por lo que su trasero se apretaba voluptuosamente en ella. Seguido se arrastró un poco por ella hasta que sus brazos pudieron alcanzar los frutos, para su suerte las ramillas no eran duras ni flexibles y pudo sacarlos con facilidad. –¡Calcúlale bien! –gritó Kari.
El lobo supo lo que tenía que hacer, con su cola sin poder para de moverse fue corriendo a agarrar la cesta e intentó calcular la trayectoria de los objetivos. Al notarlo debajo de si el campesino soltó un fruto de su mano y este cayó en el borde de la cesta y luego para afuera. –Casi.
Haciendo un cambio en su intuición, lanzó el segundo y esta vez sí pudo embocarle dentro, por su vista periférica Kari pudo notar como Magnus se emocionó tanto que parecía saltar. Entonces cuando se detuvo lanzó el tercero, solo que alguno de los Vindivus quiso jugarles una broma y el viento movió el fruto para que cayera justo en la cabeza del lobo.
El campesino no pudo evitar echarse para atrás de la risa, volvió a tirar su cuerpo para adelante al ver la confusión de su compañero abajo y ese cambio de peso provocó que la rama cediera. Seguido de un crujido la rama se partió y Kari cayó al suelo, todas las demás ramas y ramillas lo ayudaron a caer más despacio; y sin contar la capa de nieve en el suelo que amortiguó su caída.
La manta blanca del suelo abrazó al joven para protegerlo de un impacto, aceptando ese abrazo el Elfo Invernal no podía parar de reírse al recordar la cara de confusión de su compañero cuando lo golpeó el fruto. Magnus pareció avergonzarse por eso y en venganza soltó la cesta para ir corriendo y lanzarse sobre él, Kari puso su brazo y ese fue lo que el lobo mordió, mostraba sus colmillos afilados y los cerraba alrededor del brazo pero siempre sin usar la fuerza suficiente para lastimarlo.
El campesino quiso empujarlo y se hizo a un costado para sacarse de encima la gran bolsa de pelaje y saliva, el lobo se enojó ante eso y aprovechándose de la tonta distracción del alvinter fue y le mordió una nalga. Kari soltó un grito y se puso de pie al instante. –No, esa parte no –le contestó intentando aguantarse la risa.
Intentó volver en sí y fue a recoger los dos frutos que no logró encestar, los metió dentro y se dio cuenta que ya había llenado dos tercios de la cesta. –Hoy sí que fue un buen soplo, en esta zona hay bastantes frutos. –Magnus soltó un ladrido de alegría.
Antes de prepararse para salir Kari se llevó una mano al bolsillo del pantalón, no sentir nada allí dentro hizo que se preocupara. Sus ojos de esclerótica celeste se movieron por todo el entorno buscando aquello que le faltaba, a los pocos segundos le pareció encontrarlo en el hueco con su forma hecha en la nieve, por lo que se apresuró en recogerlo.
Al notar esto Magnus se enojó en serio, su hocico se arrugaba y sus orejas se agachaban y le mostraba los colmillos al objeto que su compañero fue a recoger. – Ey no hay de qué preocuparse. Es lo que me dio… ash no me acuerdo nunca el nombre de esa chica. –El campesino se agachó y recogió una pequeña caja.
Estaba hecha de un material que desconocía, similar a la madera pero mucho más débil. Era rectangular, de color azul oscuro con dos líneas rojas que acababan en tres estrellas de cuatro puntas. Del lado opuesto a las líneas y del otro lado había muchos garabatos blancos que Kari no comprendía.
El recuerdo de ayer pasó frente a sus ojos, la extraña pero agradable humana le dijo que en dos soplos le traería una medicina de su ciudad. Y cuando se vieron en la brisa vespertina de ayer en el mercado eso fue lo que le entregó, era fácil reconocerla no solo por su ropa extraña. “¿Cómo tengo que usar esto?” le preguntó.
“No te preocupes, las instrucciones están dentro de la caja. Son dibujos asi que los entenderás” le contestó ella muy alegre y con una sonrisa. Después de eso se quedaron hablando un rato más pero eso quedó de lado porque otra cosa ocupó la mente de Kari.
Ahora tenía la imagen de aquel humano herido y recostado en su cama improvisada, sus ojos grises parecían nublarse al sentir el dolor después de intentar moverse, y ver el cielo celeste le recordaba a sus uñas.
–Estamos muy cerca de donde fue el accidente –le dijo a su compañero pero con la vista fija en el camino que debería seguir para llegar–. Podría ir a revisar que tal esta la zona cuatro soplos después.
Estando en desacuerdo Magnus soltó un ladrido.
–Es solo por curiosidad, y ya pasamos la cuota de hoy así que podemos darnos ese gusto. –Sin aceptar objeciones el campesino se puso en marcha, el gran lobo soltó un refunfuño antes de ir a recoger la cesta y seguirlo por detrás.
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Aunque solo fueran cuatro soplos el lugar estaba como si hubieran pasado ciclos, aunque Kari recordaba y podía guiarse hasta la escena del incidente terminó dudando al momento de llegar. La nieve ya había cubierto todas las huellas y rastros de que hubo personas allí, se fijó en las marcas de ramas arrancadas del tronco de los árboles y algunos tenían un poco de sangre incluso.
El lugar era un blanco y silencioso testimonio de lo que antes fue un accidente casi mortal, ahora parecía pacifico e incapaz de lastimar a alguien. Muchos escombros de madera estaban totalmente enterrados bajo la nieve, solo algunas partes más grandes, una puerta y una rueda seguían sobresaliendo por poco más de la mitad.
Magnus llegó detrás del campesino y observó todo el lugar, no le transmitía mucha confianza así que se mantuvo alerta, cuidando las espaldas de su compañero mientras este se acercaba y revisaba toda esa zona del bosque. Primero fue directo a donde encontró al humano, el árbol tenía manchas de sangre seca en su tronco pero como tal alguien que viera la escena no pensaría que una persona casi muere.
Después de apreciarlo unos momentos, y recordar la escena, Kari se dio media vuelta en dirección opuesta. –Por allí debería haber venido, o caído. –Más a la distancia podía notar como el terreno iba aumentando hasta formarse una colina y luego una montaña más elevada–. Allí arriba debe ser el sendero por donde iba el carruaje, debe ser el que lleva al pueblo. –Le era un poco difícil notarlo bien porque estaba algo lejos, alto y el blanco de todo el lugar provocaba que se confundiera.
Pero casi no tenía dudas, esa debe ser una de las rutas que permiten la entrada y salida al pueblo. –El carruaje no deberían estar muy lejos, y en teoría él venía con sus padres. –Intentando recrear el escenario en su mente el campesino fue en línea recta, podía encontrar pequeños escombros de madera enterrados casi en su totalidad así que caminaba con algo de cuidado.
Más adelante empezaban a crecer arboles delgados y espinosos que subían la montaña, pero en su base había algo, los ojos del Elfo Invernal se entrecerraron para forzar la vista. Se acercó con cuidado a esa zona llena de arbustos y ramas y lo vio con mayor precisión, era tela. –Rasgaduras de lo que parece ser una prenda muy cara.
Una suave brisa de viento movió su cabello plateado para un costado, la vista de Kari la siguió inconsciente y un destelló brilloso le hizo cerrar los parpados un segundo. Levantó la vista al cielo para apreciar al sol que parecía dar vueltas en círculo e iluminaba tanto la brisa diurna como nocturna.
Volvió su cabeza a donde recibió el destello pero ahora cubriéndose un poco con la mano, sin duda era algo resplandeciente. Pero no podía acercarse por el muro de ramas y espinas así que sacó sus dos hachas para abrirse pasó, a la par Magnus pareció percatarse de algo en otro lugar cercano y fue a investigar.
Acercando su mano entre las ramas, y con cuidado de no clavarse nada, Kari le arrebató a unas espinas un pedazo de tela. No tenía la menor duda, lo reconocía a la perfección. –Es la tela que suelen usar los nobles. –Siguió cortando y arrancando partes de plantas hasta que por fin pudo llegar a lo que quería, aquellos objetos que liberaban un destello con la luz del sol y estaban tirados en el suelo.
–No puede ser. –A este punto al campesino ya no le importaba lastimarse, al estirar su brazo entre las ramas y espinas restantes delgadas líneas rojas se abrieron en su mano y brazo. Pero lo que le importaba ahora es lograr conseguir esos objetos, eran tres: dos anillos y un aro grande. Los tres hechos de oro y con peculiares gemas cuya superficie pulida resplandecía con destellos anaranjados, rojos y dorados.
Kari cerró sus manos con fuerza, aunque quisiera romperlas no podría. –Corazones Solares. –No es difícil sumar dos más dos, aquí fue donde ese humano sufrió el accidente, había rasgaduras de tela cara y ahora la joyería de la nobleza–. Pero él no tiene las marcas.
Antes de que pudiera buscarle una explicación a ese detalle algo lo distrajo, pero no fue la alerta de Jotuns que en teoría habría por esta zona. Fue un fuerte ladrido de Magnus, uno que solo se escucharía si fuera una situación de peligro muy grave. El campesino se guardó las joyas de la nobleza en el bolsillo y fue corriendo a ayudar a su compañero.
Les agradeció a los cuatro dioses del viento que Magnus no estaba tan lejos, al abandonar esa zona del risco y esquivar unos árboles nevados el Elfo Invernal se detuvo a varios metros del gran lobo. Este estaba ladrándole a algo en el suelo en frente suyo, pero no podía ver nada así que terminó de acercarse a su lado.
Llevándose la mano a la boca Kari no podía creerlo, una parte humana sobresalía entre la nieve. Era la parte de un brazo que conectaría con un codo, ahora arrancado, desmembrado, podía notarse claramente el hueso roto rodeado de la carne humana ahora rosa por el frio. No obstante, lo peor de todo no fue ver una extremidad tirada allí sino lo que la acompañaba; a pocos centímetros sobresalía un pedazo de cuero fino.
Magnus no dejaba de ladrarle a la par que su compañero se agachó, corrió un poco la nieve que enterraba el objeto y al hacerlo se dio cuenta que era un maletín. Uno al cual todavía le quedaba una delicada mano femenina agarrada. –¿Esta será una extremidad de su madre? –se preguntó a la par que hacía fuerza para levantar los dedos y que la mano soltara el maletín.
El campesino ya se había acostumbrado a ver partes humanas desmembradas así que no le dio asco la escena o tocarla, pero otra cosa parecía extraña. –A esto no pueden haberlo hecho Jotuns, ellos se llevan todo lo vivo para comerlo. No dejarían restos –le explicaba al lobo que tenía a su lado.
Cuando logró que la mano liberara el maletín Kari terminó de desenterrarlo y a pesar de su peso lo levantó a la superficie, seguía arrodillado, colocó el maletín sobre sus piernas y lo abrió. Fue entonces que su rostro y el de Magnus se iluminaron con un brillo dorado. Era similar a haberse encontrado un cofre del tesoro lleno de oro y joyas, solo que lo de adentro era cien veces más valioso.
–Lágrimas de Nedgaus. –La nieve mágica que los Snognis son capaces de controlar y manipular a su antojo. El viento que pasaba alrededor de la nieve dorada se volvía todavía mucho más frio, hasta tal punto que un escalofrió recorrió el cuerpo de Kari y cuando respiró el vapor se manifestó de su nariz–. Esto no vale una fortuna, vale todavía más.
Para bien o para mal la cosa no terminó ahí, volvió a escuchar el mismo ladrido de Magnus solo que ahora con su cabeza y cuerpo apuntando en otra dirección. A sus ojos no se le complicaron apreciarlo, era otro cuerpo humano femenino, parecía vestido con la misma tela que el brazo que dejó a un costado; solo que esta vez sí estaba conectado a medio torso y también parecía agarrar algo con recelo aun estando muerto.
–¡¿Otra más?!
El ladrido que salió del gran lobo indicaba una certera afirmación, el animal y el alvinter intercambiaron miradas. –Si tomamos esas dos maletas y las llevamos a la ciudad nunca más pasaríamos hambre. –Él no quería una gran casa en la ciudad ni una habitación llena de dinero, solo quería lograr que su abuela viviera sin preocuparse todas las brisas que le quedaban.
Una profunda avaricia, enterrada en lo profundo del corazón de Kari, comenzó a descongelar la nieve para salir a la superficie una vez más. Solo que se quedó a medio camino porque el Elfo Invernal entró en razón al escuchar a su compañero.
–Tienes razón, sería demasiado sospechoso llegar con eso a la ciudad. Nos arrestarían y sin duda la nobleza nos mataría, pero tampoco podemos dejarla aquí sin más. –Recibió otro ladrido como respuesta–. Me parece perfecto, hagamos eso.
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El calor que podía sentir Hakon era distinto al habitual, provenía de la anciana que lo estaba cuidando. Él hizo para un costado las sábanas y dejó al descubierto su pierna derecha, todos los vendajes estaban teñidos de rojo oscuro y él separaba la mirada lo más posible mientras ella le aplicaba el ungüento medicinal. El calor que lograba sentir de sus dedos cuando entraba en contacto con la piel no lo lastimaba, no derretiría las cosas como el calor de otras personas pero tampoco era débil, era agradable y reconfortante.
Una vez que terminaron ella volvió a vendar toda la pierna, solo que esta vez pasando los vendajes por encima de las dos maderas que tenía a ambos costados de su herida para mantenerla unida. –En serio muchísimas gracias.
–No hay de qué.
Al principio el joven se sintió un poco incómodo, pero en un instante supo que no había porque sentirse así delante de ella, por lo que fue sincero. –Yo… no lo entiendo. Usted es demasiado buena, no es que eso sea algo malo. Solo que no estoy acostumbrado a que todos sean así. –Recordó a los demás nobles y las relaciones que tienen entre ellos.
–Suena a que no tuviste un muy buen círculo social.
<¿Tal vez por eso me costaba tanto relacionarme con los demás?> claro que igual eso no fue lo que dijo. –Me parece que un poco si –respondió en comparación.
Hakon notó como la mujer mayor se percató de algo porque rápidamente se puso de pie, para cuando su cuerpo se giró en dirección a la puerta esta se abrió y aparecieron el alvinter y su gran lobo mascota. Solo que esta vez él tenía una expresión mucho más seria en su rostro y el lobo (como era costumbre) miraba con mala cara al paciente.
Trayendo unos vientos densos y pesados el campesino entró en la vivienda, ni se molestó en cerrar la puerta. –¿Cómo te fue hoy? –preguntó la anciana viendo la cesta que traía consigo. Solo que su supuesto nieto no le respondió, la ignoró por completo dejando la cesta en una mesa y tomó un trapo húmedo que se secaba a un lado de la fogata.
El paciente se sonrojó al sentir el calor de la mirada del Elfo Invernal, lo tenía clavado y no se despegaba. –¿Qué sucede Kari? –preguntó la anciana.
–Ya lo veremos –respondió de forma fría su “nieto”.
Observando en todas direcciones Hakon buscó alguna especie de respuesta o protección pero no encontró nada, la anciana que tan bien lo cuidaba solo se quedó mirando todo en la distancia. Llegó el punto en el que el humano y el alvinter estaban a centímetros uno del otro, Kari agarró con fuerza el rostro del paciente, este quiso liberarse y no pudo hacerlo. Fue entonces que el “nieto” pasó el trapo húmedo por su rostro.
Fue similar a un truco de magia, un momento después cuando Kari se separó y al retirar el trapo hizo aparecer algo en el rostro del paciente, o mejor dicho hizo desaparecer lo que ocultaba hasta ese momento. Ahora, en cada cachete de Hakon aparecían unas marcas blancas con formas de copos de nieve. Son las marcas que tienen todos los Vargnis, quienes tienen sangre noble corriendo por su interior.
–¡Eres un puto noble! ¡Podrías haber empezado por ahí!
Los ojos grises de Hakon fueron directo a la anciana, solo que esta no se acercó para darle la protección y resguardo que esperaría de sus padres. –¡Sí! –dijo sin más remedio.
–¡¿Por qué no nos lo dijiste cuando despertaste?! Es el tipo de cosas que una persona dice al presentarse. –Kari tenía el ceño fruncido, y ante el calor de la situación Hakon no se dio cuenta pero empezó a morderse las uñas.
<No tiene caso, no voy a enredarme más en mentiras> justamente por este tipo de cosas no le gustan las mentiras <En el peor de los casos terminaré reuniéndome con mis padres> por algún motivo ese pensamiento final le pareció relajante. –Porque me matarían, yo no soy un noble de esta ciudad sino de la vecina. Pero si fue verdad que nos atacaron Jotuns cuando veníamos en un carruaje, por eso acabé así cuando me encontraste.
Lleno de furia el alvinter miró a su abuela, esta tenía un rostro tranquilo y sereno. Cerró el puño y por un momento quiso golpear algo: al noble, no; a la mesa, tampoco; terminó desahogándose dándole un golpe a su propia pierna. –¡Esto se acabó! –A su lado el gran lobo molesto y amenazante ladró para reafirmar eso–. Sucio sangre noble, no te vas a aprovechar de nosotros más. Escribe una puta carta para mandar a la ciudad y que te vengan a buscar.
Hasta ese momento tanto Kari como Hakon mantuvieron sus miradas conectadas, con odio y miedo pero unidas. Solo que al escuchar eso el lazo se rompió, el noble bajó la mirada y sus ojos se volvieron cristalinos como escarcha, algunas gotas volvieron a salir. –No puedo hacer eso.
–¡¿Por qué no?! –En verdad Kari estaba enojado, se había prometido a sí mismo y a su abuela que nunca más tendría nada que ver con nobles. Y ahora pasaba esto.
–Mis padres están muertos.
–Bueno comunícate con otros parientes, tus tíos o con la familia que te comprometieran a casarte o no se ¡Ese no es mi puto problema!
–¡Es que mi ciudad fue atacada! Toda Gnisdelgaus fue asediada de repente, en medio de una celebración. Fueron los Jotuns… y si dijiste que no escuchaste noticias de nada entonces… entonces… los Gigantes de Hielo acabaron con todo.
El remolino de vientos dentro de Kari comenzaron a desvanecerse, a relajarse <¿Cómo una ciudad entera va a ser destruida por Jotuns? Posible es, pero se necesitarían a muchísimos y estar coordinados. Algo que simplemente jamás pasaría>. Solo que si ese era el caso entonces Kari no entendía que era lo que estaba pasando aquí, sospecharía que le están mintiendo pero el lenguaje corporal de Hakon no le daba a entender eso.
–Pasaron como cuatro soplos –habló la anciana por fin–, si una ciudad llevara cuatro soplos bajo asedio de Jotuns las ciudades y pueblos circundantes nos hubiéramos enterado. –Básicamente afirmaba y apoyaba la postura del noble indirectamente.
Sentir a su propia abuela en contra le dolió un poco a Kari, aunque sabía que ella no lo hacía por maldad sino porque es genuinamente lo que pensaba. Eso no le quitaba dolor o frustración pero si lo hacía más comprensible, entonces el campesino volvió a mirar al paciente que cuidaban. –¡MIERDA! Ash, que se yo. Mándales una carta a los nobles de nuestra ciudad explicándoles la situación y pide asilo, seguro te ayudaran.
–Me faltaba poco para la mayoría de edad, no fui presentado como noble formalmente. No van a conocerme –contestó Hakon limpiándose con las sábanas las lágrimas de sus ojos.
–Ash. –Kari ya no podía soportar lo contraproducente que era intentar algo con ese noble, cualquier solución que daba era contrarrestada. Sin darse cuenta estaba mordiéndose con fuerza el labio inferior.
Con pasos lentos su abuela se le acercó. –Debe quedarse aquí hasta que pueda recuperarse, ya no tiene a nadie, no le queda nada.
El Elfo Invernal observó los ojos azules de su abuela, y después bajó la mirada hasta sus uñas blancas. Se acordó de la vez en que ella le dijo algo muy parecido a él, cuando llegó la primera vez a este lugar; había querido pagar esa deuda ayudando a alguien más pero ahora todo terminó así ¿Qué hubiera pasado si un tercero lo hubiera querido echar cuando llegó?
Volvió a concentrarse en el débil e inútil noble que estaba en recuperación, ni siquiera podía levantarse todavía y a diferencia de Kari en su pasado este no podría sobrevivir ni un soplo afuera. Al final el campesino dejó escapar algo de aire de su boca y bajó la cabeza, rendido. –Al fin de cuentas es tu casa, tú decides.
Su abuela soltó una sonrisa. –Qué suerte que lo entendiste porque de todas formas iba a hacerlo quedar aunque no quisieras.
Kari intento reírse, animarse en esta situación, pero no pudo–. Sí, es que eres así de buena. Demasiado para este mundo tal vez.
–Ay querido. –La abuela se acercó y ambos se abrazaron, y cuando se separaron después de un rato el noble volvió a llamar la atención de ambos.
–Si me disculpan, solo me quedaré hasta que pueda volver a caminar. Luego conseguiré dinero como pueda y me pagaré el viaje hasta la ciudad de su pueblo, si los Jotuns en serio lograron hacer lo que creo entonces serán un peligro para todos, incluyendo esta aldea.
La anciana se acercó para abrazarlo también aunque siendo mucho más cuidadosa debido a la condición del paciente. –Está bien, pero no te fuerces por favor. Eso solo podría empeorar todo.
–Como diga, creo que los nobles no le prestaran atención a una carta cualquiera de un pueblo. Pero si voy en persona y ven mis marcas no tendrán más opción que escuchar.