Tengo a mi mujer desnuda y su piel sudada, desde que llegamos de dejar a los niños nos encerramos y he pasado cobrando mi apuesta, era sábado. Hasta le dimos permiso a Mechas para que saliera, ella ingresaba mañana, las otras chicas solo trabajan de día y volverán el lunes.
—Debo ingerir comida, —dije.
—Yo también tengo hambre.
—¿Te preparo o pedimos algo?
—Pidamos, a ti todo se te quema, quiero lo de la otra vez.
Por un momento me quedé mirándola, estos trees meses ya de matrimonio habían sido un renacer y poco a poco nos hemos curado el uno al otro.
—Te amo, Belleza.
Me puse el bóxer, el pantalón dominguero, ella también se puso ropa cómoda. Como me gustaba esa mujer y para colmo el embarazo la había vuelto una violadora.
» Deja de mirarme de esa manera. Déjame tomar energías, te has puesto muy salvaje.
Escucharla reír y al tiempo sonrojarse regocijaba mi alma. La tomé de la mano, nuestra nueva casa era inmensa. Virginia se quedó sentada en una de las sillas de la isla mientras yo b