Detuve antes de tomar la carretera, el celular sonaba y sonaba, era Maju, la rabia conmigo misma me tenían en un estado de no poder conducir, se me vino la imagen de mi hijo y preferí detenerme cerca de una estación de gasolina, apagué el auto y bajé a comprarme una botella con agua, debía controlarme para poder conducir. Al regresar al auto devolví la llamada.
—Estoy bien. —Le dije a Maju.
—No conduzcas, Alejandro se puso histérico, entre todos los hombres lo calmaron, porque quería seguirte, teme que te pase algo en la carretera, David y Carlos ya salieron para alcanzarte.
Ella que lo dice y el auto de unos de ellos se detuvo; el abogado iba al volante y David se bajó. Le dijo adiós a Carlos y se acercó al puesto de piloto.
—Dile que no se preocupe, desde nuestra ruptura el volante y las lágrimas me han acompañado. Además, ya llegó David.
—Virginia, ahora no podemos hablar y siento en el alma que algo más grande te aflige. —Siempre fue buena analizando, aunque diga que en su pro