Después de desayunar con el padre, llegué a la oficina, mi madre llegó a la hora acordada, firmamos los papeles y ya tenía bajo mi poder toda la herencia del señor Ramiro Orjuela. En la tarde pasé por la pequeña maleta, me despedí del niño, madre y pedí un taxi para llegar al aeropuerto, apenas ingresé César ya esperaba.
—Hola, ¿nervioso? —afirmé.
—No voy a negártelo, aparte me siento bastante ansioso.
—Ese proyecto te quedó increíble Alejo, les darás sopa y seco a esos inversionistas.
—Eso espero, literal, tengo ganas de ir al baño. —mientras César sonreía vimos llegar a Fernanda con su hija y la nana—. Pero mira qué bella se ven Chuky y Chuky bebé.
Menos mal en esta ocasión solo fue la mirada, por cargar a Gabriela y llevar botas no pudo lanzarme el zapato.
—A mi hija no le digas así, además yo ya me encuentro en etapa de meditación, voy a cambiar. —Nos reímos, eso no se lo cree ni ella misma.
—Vamos, no perdamos tiempo, por tu culpa vamos sobre el tiempo.
Le reclamó César, y ella