Mi hermano llevó a un grupo grande de personas al aeropuerto, como si todavía me tuviera bajo su protección, como en los viejos tiempos. Antes, habría deseado que él me cuidara así; ahora, sin embargo, todo ese ruido me parecía más bien bastante insoportable, no hay forma de remediar la decepción de mi muerte.
El auto aceleró a toda velocidad y, justo antes de que Paloma pudiera abordar su vuelo, llegamos al aeropuerto. Mi hermano la vio entre la multitud y corrió hacia ella, arrastrándola fuertemente fuera de la fila.
—¡Maldita! ¡Como te atreviste! —le gritó con furia mientras la abofeteaba. —¡Mataste a mi hermana y aun así intentas huir!!Eres peor que la mierda misma!
Belinda, negando cualquier responsabilidad, exclamó con fingida indignación:
—¿Qué haces? ¡Solo iba a viajar con mi amiga! ¡Estás loco, por qué me pegas! No me estes humillando.
La disputa atrajo la atención de los guardias de seguridad del aeropuerto, quienes decidieron llevarlos a la comisaría para mantener el orden.