Capítulo 4
Recogí las flores apresuradamente, obligándome a no mirarla. Solo esperaba que Reina Aguirre se aburriera y se marchara de una buena vez, no podría ser este un peor día.

Pero ocurrió lo contrario. Se volvió aún más cruel y, de repente, me agarró del cabello con fuerza, ¿por qué seré el juguete preferido para que la gente descargue su inmundicia conmigo?

—Te estoy hablando Beli ¿Acaso estás sorda? ¡Mira nada más! Ya ni siquiera sabes mover la cabeza para responder, detesto tanto tu tonta forma de ser, pareces una mocosa pendeja de 4 años

Sacudí la cabeza con sumisión, como había hecho tantas veces antes, esperando apaciguar su ira.

Reina sonrió, complacida por mi reacción.

—Mira, por esta vez te dejaré en paz porque das lástima. Hagamos un trato: si te arrodillas, compraré todas tus flores. ¿Qué dices?

Mis ojos se llenaron de lágrimas de impotencia. Saqué mi celular y escribí:

“Me prometes que realmente las compraras”

Reina soltó una carcajada despectiva.

—Beli, qué interesada eres. ¿ te estoy ayudando? Con esto, podrías terminar más rápido y cumplir tu tarea. Niña tonta, deberías estarme más bien agradecida.

No me atreví a hacerlo, recordaba cuanto la detestaba, si la reverenciaba estaría debiéndole de por vida. Fácilmente perdió la paciencia . Me empujó al suelo con una patada y presionó mi cabeza contra el cemento frío con su pie. Sentí un dolor ardiente en mi frente, seguramente por los guijarros del suelo.

Las carcajadas estallaron en el auricular, resonando como truenos en mi mente. Lágrimas de humillación comenzaron a correr por mi rostro.

Reina frotó su zapato sucio contra mi cara, disfrutando su victoria. Después de un rato, se cansó y retiró su pie. Sacó dos billetes de su bolsillo y me los lanzó a la cara.

—Toma, aquí tienes doscientos pesos. Invita a tus papás a cenar algo bueno. ¡Después de todo, es el dia de los enamorados!

Se marchó con aire triunfal, convencida de que había hecho una buena obra al ayudarme.

Yo me levanté, temblando de rabia y impotencia arrojé el dinero a un lado.

En ese instante, un hombre con una cámara apareció frente a mí. Parecía ser un streamer haciendo entrevistas callejeras.

—Señorita, ¿puedo preguntarte por qué rechazaste ese dinero? ¿No quieres invitar a tus padres a cenar en San Valentín?

Me cubrí la cara, intentando escapar. Este día no podía ya de veras ser peor. Además, no podía permitir que me reconocieran; si alguien descubría que soy la hija del Consorcio Arrietum, sería una vergüenza para mi hermano.

Sin embargo, el streamer insistió, siguiéndome con la cámara:

—Vamos, responde una pregunta para el directo. Si lo haces, seguro conseguimos que nuestros seguidores te den una buena donación.

Ya no pude contenerme. Me di la vuelta y, con toda la fuerza que pude reunir, grité:

—¡Lárgate! ¡Déjame en paz!

El hombre se quedó paralizado, sorprendido por mi reacción. Aproveché el momento y eché a correr, me siento tan derrotada….

De repente, un camión apareció en la esquina, avanzando a toda velocidad. Me encontraba justo en su punto ciego, y antes de que pudiera reaccionar, las ruedas pasaron sobre mí, aplastando mi cráneo, cuello y clavícula, el escenario pintaba el rojo en san Valentín.

El sonido de los gritos llenó el aire, ¡qué impresión! Se escuchaba la algarabía. mientras el dolor atravesaba mi última respiración, me desangraba rápidamente sentí un extraño alivio al exhalar.

—Al final de todo, que alivio es morir. —pensé.

Sí, tal vez era lo mejor. Al fin podría reunirme con mis padres.

Si pudiera pedir un deseo, sería solo uno: en la próxima vida, quiero tener un hermano diferente, con que no me deteste sería suficiente.

Poco a poco, sentí cómo mi alma se desprendía de mi cuerpo. Observé desde lo alto cómo la policía y la ambulancia llegaban al lugar, y cómo colocaban una valla de seguridad alrededor de mi cuerpo inerte.

Fue entonces cuando me di cuenta de algo aterrador: mi alma seguía presente. No había encontrado la iluminación, ese túnel del que tanto hablan.

Antes de que pudiera entender lo que ocurría, mi espíritu comenzó a ser arrastrado en forma de espiral hacia otro lugar, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Intenté aferrarme al marco de una puerta, pero fue inútil. Era como si el destino me empujara hacia mi hermano, como si ese fuera mi lugar, mi purgatorio.

—¡No! —grité en silencio. —¿Por qué no escuchaste mi deseo Te lo pedí lo implore claramente: tan solo en la próxima vida, quiero un hermano diferente.

Sin importar cuánto luchara, parecía que mi destino estaba estrechamente enlazado al de él, por la eternidad al parecer.

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