Respiré aliviada al ver que quien venía hacia nosotras era el hombre que acompañaba a Dante, y no él.
Se detuvo justo al lado de nuestra mesa. Melisa levantó la mirada y, sin molestarse en disimular, le sonrió de la manera más coqueta y directa que he visto.
—Buenas tardes, chicas —saludó él, mirándola fijamente.
Tampoco se quedaba atrás; era igual de coqueto que ella.
—Espero no interrumpir —continuó—. Mucho gusto, Mario Prescott —extendió su mano hacia ella.
—Melisa Lore