El traslado.
—Es hora —dijo el doctor entrando en la habitación. —Vamos a trasladar a Clara.
Leonor respiró profundo y asintió, miró a Clara deseando que todo fuera un sueño, sintiendo el dolor de ver a su pequeña en la camilla con sus ojos cerrados.
—De acuerdo.
El sonido de las ruedas metálicas de la camilla resonaba en los pasillos de la clínica. El chirrido era agudo lo que hacía que algunas personas se detuvieran a mirar a Clara y otros lo hacían desde sus asientos lo hacía.
La mirada de Leonor permanecía sobre Clara que iba allí, pequeñita, envuelta en una manta delgada porque la clínica no tenía nada más. Sus labios estaban pálidos, casi violáceos, y cada respiración parecía un esfuerzo sobrehumano. El suero colgaba a un lado, tambaleándose con cada movimiento, y el monitor portátil emitía pitidos irregulares que hacían que Leonor sintiera el corazón acelerársele aún más.
—Tranquila, mi amor… ya casi… ya casi —susurró mientras caminaba a la par de la camilla, con la mano sobre el