Capítulo 02: ¡Espérame... lograré el divorcio!
—¡Suélteme! ¡Quién es usted y…! —gritó Fiorina, forcejeando inútilmente contra el hombre de negro que la sujetaba.
—Lo siento señorita Cassini. Son órdenes del señor Bernardi —respondió él con voz glacial.
Un coche oscuro se detuvo frente a ellos. Antes de que pudiera reaccionar, el guardaespaldas la arrastró hacia el interior. Las llaves cayeron al suelo con un tintineo.
—¡MALDITOS! ¡DÉJENME IR! —gritaba ella intentando abrir las puertas en vano.
Hasta que finalmente… se cansó.
Su respiración agitada, el cansancio de un día ajetreado, el dolor en su pantorrilla herida, los recuerdos vergonzosos en la fiesta de bodas, que cruzaban por su mente.
Fiorina cerró sus ojos por un momento, intentando mantener la calma, inhalando y exhalando. Finalmente volvió a abrir sus ojos.
El automóvil no tomó la ruta que ella conocía. Se adentró por un camino desconocido, hasta detenerse frente a una imponente casona antigua.
El hombre bajó primero. Ni siquiera le dieron oportunidad de decir nada, él la agarró con fuerza del brazo y la hizo arrastraba hasta el interior.
—¡Puedo caminar sola, m@ldita sea! —protestó, furiosa..
Una vez dentro de la casona. El hombre la soltó. Una mujer que se veía elegante, y de edad madura la quedó viendo de pies a cabeza, fríamente.
La joven diseñadora, solo desvío la mirada. Avergonzada.
Su cabellera castaña clara totalmente alborotada por sus forcejeos, su pierna con sangre seca. Su maquillaje arruinado por sus lágrimas, su vestido completamente sucio, lleno de mezclas de repostería.
—Venga conmigo. La llevaré a una habitación de huéspedes, señorita Cassini. Ahí, podrá tomar un baño y ponerse ropa limpia.
—¡Esto es un secuestro! ¡Déjenme ir! —exigió Fiorina, con un último destello de lucha en sus ojos verdes.
—Me temo que eso será imposible… Al menos, hasta que vea al señor Bernardi que viene de camino.
…………..
✧✧✧ Media hora más tarde. ✧✧✧
Fiorina salió de la habitación, luciendo un sencillo vestido recatado, de mangas largas, color negro.
Su pierna ya estaba vendada por el pequeño corte que se había hecho. Su pañoleta color crema, tuvo que volversela a poner para ocultar la cicatriz en su cuello.
En el pasillo, ya la esperaba la mujer de aspecto frío y maduro.
—El señor Bernardi la está esperando. Venga conmigo.
………..
Clack~
La mujer abrió la puerta al salón principal de esa elegante casona.
Una chimenea encendida, sillones de terciopelo, grandes ventanas que mostraban el cielo gris de esa tarde.
El CEO Massimo Bernardi estaba allí, mirando el fuego como perdido en sus pensamientos y con un vaso de whisky en la mano derecha.
Se giró apenas escuchó la puerta cerrarse.
Sus ojos celestes se clavaron en esa mujer, la diseñadora estelar de su empresa, la famosa y talentosa, Fiorina Cassini.
—Fiori… —susurró él, con una sonrisa en sus labios… pero, no era una de felicidad, acompañaba una expresión triste—. Yo, Fio, no sé qué decirte… lo lamento, realmente lo siento… —Él avanzó unos pasos.
Pero Fiorina de inmediato retrocedió, y Massimo se frenó de golpe.
Ella negó lentamente con su cabeza, sus ojos verdes nublándose ante sus lágrimas.
—No, Massimo. ¿Crees que… que todo se arregla con un "lo siento", y…?
Las palabras de Fiorina se quedaron flotando en el aire, cuando su mirada captó un pequeño objeto en una mesita de madera pulida a un costado.
¡UN ANILLO DE COMPROMISO!
Fiorina abrió sus ojos de par en par, no lo podía creer… ¡No podía creer el maldito descaro de ese sinvergüenza!
Massimo avanzó hasta la mesita, y dejó la copa de whisky sobre la misma, seguidamente, tomó la cajita con el anillo.
Él se giró, caminando hacia ella.
Fiorina sentía que el aire se le iba de los pulmones… ¿Cuántas veces alrededor de esos dos años soñó con el momento que Massimo le daría su anillo de promesa?
¡PERO NUNCA LO PENSÓ ASÍ!
¡Él estaba casado desde quién sabe cuánto tiempo! ¡Tenía mujer, tenía un hijo!
¡Era un hombre de familia estable!
Y entonces, la distancia entre Massimo y Fiorina se redujo a menos de un metro. Él sacó el anillo de la cajita.
—Sé que no es el mejor momento para esto, pero… es solo un matrimonio arreglado. Te amo a ti, Fiori. Espérame… lograré el divorcio.
Fiorina se quedó anonadada viéndolo a él, viendo luego el anillo, y nuevamente haciendo contacto visual con Massimo.
—Ese niño… ese hijo que ella dice que es mío. Ni siquiera sé si realmente es mío, ella es una cualquiera y… ¡Incluso me drogó para hacerme creer que tuvimos sexo! —él tomó las manos de Fiorina con delicadeza. Con ese mismo cariño que muchas veces tuvo con ella a lo largo de dos años.
Ella estaba pálida, temblorosa, sus lágrimas resbalaban por sus mejillas sin cesar.
Pero… muy dentro de Fiorina, algo hirvió de coraje, dándole valor.
—¡No! No me cansaré contigo. Fueron dos años de mentiras, Massimo… ¡DOS AÑOS! —alzó ella la voz, saliendo rota, llena de su dolor, con sus labios temblando—. ¡TE AMÉ! ¡M@LDITA SEA, TE AMÉ TANTO! ¡¿Y qué hiciste?! Me viste la cara de tonta todo ese tiempo.
—¡Pero Fiori! ¿Por qué eres tan cruel conmigo? —dijo él con sus ojos celestes ligeramente brillantes, casi como si quisiera llorar.
Massimo la agarró con su mano libre del brazo, apretó con fuerza. Se acercó más, redujo la distancia.
—Sé que me amas, Fiorina. Sé que te mueres de amor por mí —soltó él, inclinándose más hacia ella, sus alientos mezclándose, sus ojos encontrándose—. Y si me amas, tienes que ser capaz de esperarme… de afrontar juntos esta prueba, Fiori, mi amor.
En ese momento, Massimo elevó frente a Fiorina la mano de él que sostenía el anillo.
—Míralo, Fio. Es el que tanto querías, el que veías ilusionada en revistas de esa joyería… Yo, lo compré para ti. Porque quiero que seas mi esposa. Hablo en serio.
Fiorina cerró los ojos por un instante, parpadeó lentamente.
Sentía cómo su corazón se hacía pedazos.
Se sentía humillada por el hombre que tanto amó.
Burlada.
¿Cómo podía hablarle así, cuando hace una hora atrás, en esa boda… La ignoró?
—No quiero nada de ti, Massimo Bernardi. Renuncio, jefe. Yo… Adiós.
Fiorina tiró de su brazo, soltándose del agarre de Massimo. Ella comenzó a avanzar hasta la salida.
¡PERO ÉL LA DETUVO!
—¡FIORINA! ¡POR QUÉ DEMONIOS, LO HACES TAN DIFÍCIL! —alzó la voz, Massimo, agarrándole la mano izquierda a ella con fuerza, intentando ponerle el anillo a la fuerza—. ¡ENTIENDE, TE AMO! ¡Tienes que ser tú, Fiorina!, no estaré satisfecho si no eres tú mi próxima esposa. Solo tienes que esperar un poco y…
—¡BASTA! —gritó ella forcejeando.
Clink~
El anillo cayó al suelo. Fiorina aprovechó, buscando la salida.
Pero Massimo lo recogió rápidamente, avanzó hasta ella, y luego la agarró por el cuello, ¡empujándola contra la puerta!
—¡No puedes dejarme Fiorina! ¡No eras NADIE! ¡Tienes todo gracias a mí! ¡Gozas de privilegios, de dinero, todo por mí! ¡Eres la mejor diseñadora, gracias a…!
—¡Todo lo que tengo lo conseguí por mi esfuerzo! —exclamó ella, airada, lo empujó con todas sus fuerzas, logrando apenas que él retroceda unos pasos—. Pero si ese es tu motivo para que no me aleje de ti. Quédate con el maldito empleo, Massimo. De todas formas, después de este escándalo, los accionistas del Gruppo Bernardi, jamás permitirán que me quede como diseñadora estelar… lo diré otra vez. RENUNCIO.
Fiorina dignamente alzó la barbilla, lo vió fríamente… ya no había lágrimas en sus ojos, solo decisión.
—Ve Massimo. Ve a pedirle perdón a tu esposa, ve con tu hijo, no seas mal padre. Tienes una familia que te espera.
¡Massimo se quedó congelado por la reacción de Fiorina!, una risa sin gracia, gélida, salió de él.
—¡JA! ¿En serio me estás haciendo esto, Fiorina? ¡Te amo! ¡Te lo he explicado todo! ¡Tienes que ser mi…!
—¡No Massimo!, el amor no es forzar, no es obligar… y tampoco lo es todo. Yo…
¡Él la interrumpió en ese momento!
Presionando su cuerpo contra el de ella. Aprisionándola contra la puerta, la besó.
¡Fiorina forcejeó! ¡Pero fue inútil!
¡Lo siguiente que sintió, es cómo la mano de Massimo buscaba abrirse camino en su entrepierna!
Justo en ese momento recordó las expresiones de los invitados. Las lágrimas de una clienta en su boda, decepcionada.
Recordó los gritos de la mujer pelirroja, Antonella. Y las lágrimas del niño tan dulce, tan inocente… ¡Parecido a Massimo!
¡PLAF!
¡Una fuerte bofetada resonó en el salón!
La mano de ella temblaba, sus lágrimas caían a cántaros nuevamente.
—Se acabó.
Ella abrió la puerta, dispuesta a salir… pero Massimo agarró con fuerza el pomo de la puerta.
—No huyas Fio. Te amo, puedes quedarte aquí… puedes ocultarte hasta que todo pase, hasta que logre dejar a Antonella.
Ella volvió a ver a Massimo hacia atrás, por encima de su hombro.
Los ojos del hombre estaban inyectados en sangre. Ella se conmovió por un momento, pero ya era demasiado tarde.
Ella respiró profundamente y habló con frialdad:
—No soy la segunda opción de nadie.
Finalmente, el hombre le soltó la mano. Bajó la mirada, con los hombros hundidos, un marcado contraste con su imagen dominante de director ejecutivo.
Fiorina sintió un dolor agudo en el corazón, pero no pudo retractarse.
Ella abrió la puerta y acababa de salir con un pie.
—Si te vas… —dijo Massimo, con voz ahora serena, con una expresión que cambió a sombría—. Lo perderás todo, nadie querrá contratar a una mujer que parece inestable mental con esa cicatriz repugnante. Nunca verán tus diseños, jamás volverás a ser el centro de la moda en Milán.
Ella se giró levemente, forzando una sonrisa al hombre al que una vez amó profundamente.
—En ese caso… solo comenzaré de cero.
Y cerró la puerta tras de sí, para siempre.