Capítulo 01: Traición que destroza.
¡¡¡PLAAAF!!!
Una bofetada resonó en el elegante salón de la boda. Fiorina Cassini se tambaleó hacia atrás derribando una lujosa mesa en un estruendo de cristales rotos.
Quedó sentada en el suelo, con su vestido color crema arruinado por la comida y un hilillo de sangre corriendo por su pierna.
—¡Esta zorra es la amante de mi esposo! —gritó Antonella Bernardi ante el silencio helado de los invitados.
….. Solo unos minutos antes, el mundo de Fiorina era perfecto.
Era la mejor modista de Milán en el ámbito de novias, admirando cómo la novia lucía su creación.
Su novio, Massimo Bernardi —el CEO y hombre que anoche, entre sábanas, le había pedido matrimonio—, le sonreía desde la distancia.
No hubo cena elegante, no hubo fiesta, no hubo una llamativa proposición. Fue simple, fue sencillo, incluso sin un anillo…
Su «sí» había sido tan genuino como la felicidad que sentía.
Pero ese sueño se rompió cuando la novia tomó el micrófono:
—¡Y a la mejor diseñadora de todo Milán, Fiorina Cassini!
Los aplausos comenzaron. Massimo y ella se acercaron, pero una voz helada cortó el ambiente.
—¿DISEÑADORA? —se escuchó la voz alta y fría de una mujer en la distancia—. ¡ESA M@LDITA, ES SOLO LA SUCIA AMANTE DE MI ESPOSO!
Todos los presentes volvieron sus miradas hacia la entrada, confundidos.
La mujer pelirroja, iba vestida elegante, y absolutamente de negro. Ella avanzó a pasos rápidos con un niño pequeño.
—¡Mami! ¡Mamita me duele! —lloraba el niño que ella llevaba con fuerza de la muñeca, casi arrastrándolo.
En ese instante, el niño de seis años, levantó su mirada, viendo al CEO Bernardi.
¡De inmediato forcejeó y se soltó del agarre de su madre!
—¡Papi! ¡Papito mío!~ —corrió él, casi cayéndose, y con sus bracitos extendidos, directamente hacia… ¡MASSIMO!
Él, que estaba pálido y en shock, viendo la aparición de aquella mujer, reaccionó cuando el niño se acercó, y se agachó recibiéndolo entre sus brazos.
—Hijo, no llores —susurró.
Fiorina lo miró, confundida. —¿Ma… Massimo?
Él la ignoró por completo. En ese instante de abandono, Antonella se acercó y… ¡LA ABOFETEÓ!
El impacto hizo retroceder a Fiorina, que cayó estrepitosamente contra la mesa de postres.
¡POOOOOM!
Tras el estruendo, solo quedó el silencio roto por el zumbido de sus oídos.
Desde el suelo, entre los restos de cristal y comida, su mirada nublada vio a la novia llorando, al novio consolándola, a los invitados boquiabiertos.
Y luego… los flashes.
Los fotógrafos no perdían detalle.
—¡Ya sabía que tú eras la amante de Massimo! —escupió Antonella, con voz cargada de desprecio—. Qué mal gusto tiene mi marido. ¿Una cualquiera como tú, tocando vestidos de novia? ¡Solo mancharás todo lo puro!
Fiorina sintió el ardor en su mejilla.
—¡No entiendo de qué hablas! —logró decir, frunciendo el ceño mientras intentaba ponerse en pie.
Antonella ni siquiera la miró. Se volvió hacia los novios con fingida pena.
—Lamento mucho este espectáculo. Lo compensaré. Pero esta zorra… —su dedo acusador apuntó de nuevo a Fiorina— ¡no se saldrá con la suya! Sedujo a mi esposo.
—¡Es mentira! —La voz de Fiorina ganó fuerza al levantarse—. ¡Yo no sabía que Massimo estaba casado! Anoche me pidió que me casara con él.
—¿Cásarte? —La risa de Antonella fue fría y cortante. Mostró su mano, donde un anillo de oro brillaba con crudeza—. Nuestro matrimonio era discreto, pero él siempre llevaba su alianza. Hasta hace dos años… justo cuando tú apareciste. ¡Tú fuiste la razón!
Fiorina miró el anillo, luego a Massimo, que acunaba a su hijo con naturalidad.
Una sensación asfixiante la invadió, un dolor agudo como si estuvieran clavándole un maldito puñal.
La escena era demasiado impactante.
¿Cómo no se había dado cuenta?
Ahora lo recordaba…
Él de vez en cuando hacía viajes largos fuera de Milán. Decía que era por trabajo, y ella confiaba ciegamente.
Él colgaba las llamadas abruptamente de vez en cuando, decía que eran clientes muy molestos… y ella desnuda entre sus brazos, le creía.
En efecto, había algunas señales, pero ella siempre se dejaba cegar por las palabras dulces, y prefería ignorarlas. Porque era la primera vez que conocía a alguien tan amable con ella.
Fiorina recuperó un poco la compostura y dio un paso adelante con gesto enfadado.
—Él anoche me lo pidió —insistió Fiorina, con la voz quebrada por la indignación—. ¿Cómo iba a imaginar que un hombre casado haría eso?
—¡MENTIROSA! —Antonella escupió la palabra—. ¿Dónde está tu anillo? Massimo se burló de ti. Solo fuiste su diversión.
Como si fuera una señal, los murmullos estallaron entre los invitados.
—¡Con razón se convirtió en la diseñadora principal a tan corta edad! ¡Se acostó con el jefe!
—¡Qué seductora! ¡Es una arpía, destruyendo familias ajenas!
—¡Miren a ese pobre niño, tan pequeño! ¿Cómo pudo hacerle algo así?
Fiorina apretó los puños, sintiendo cómo la injusticia le ahogaba. —Massimo —su voz tembló, pero fue clara—. Diles la verdad. ¿Yo te seduje a ti?
Todas las miradas se dirigieron al protagonista de esta farsa… ¡El CEO Massimo Bernardi!
Él se aclaró la garganta, cargando a su hijo.
—Hoy es una celebración. No dejemos que mis asuntos personales la empañen —dijo, tomando del brazo a Antonella para sacarla de allí.
Pero ella se zafó y se abalanzó sobre Fiorina, agarrándola con fuerza.
—¿Sabes? —le susurró al oído, con un veneno dulce—. Vi fotos muy interesantes en el teléfono de mi esposo. En este momento, deben estar circulando por internet. Lo perderás todo, perra.
Y entonces, al alejarse, “tropezó” con su tacón.
—¡AH!
Con un movimiento rápido, le arrancó la pañoleta del cuello.
El trozo de seda cayó lentamente al suelo.
Un silencio absoluto se apoderó del salón. Todos los ojos se clavaron, horrorizados, en la larga y horrible cicatriz que serpenteaba en el cuello de Fiorina.
Los flashes estallaron de nuevo, capturando su vergüenza más profunda.
¡TODOS QUEDARON IMPACTADOS!
Fiorina instintivamente cubrió su cuello con ambas manos, temblorosa.
¡Fue expuesta!
Esa cicatriz que le trajo los recuerdos de su amargo pasado lleno de burlas, desprecio y vergüenza… Fue cruelmente expuesta.
—Cómo alguien que atentó contra su propia vida, que no está cuerda, y es FEA, ¿trabaja con novias de familias importantes que buscan a los Bernardi para afinar los detalles de sus bodas?~ —soltó burlista, Antonella.
—¡Cállate! —alzó la voz Massimo, pero su voz denotaba más pánico que defensa.
—¿Esta es la boda perfecta que nos prometiste? —preguntó finalmente el padre del novio, visiblemente decepcionado—. Massimo, después de lo sucedido hoy, nos será difícil seguir trabajando con el Gruppo Bernardi, a menos que… —el anciano miró de reojo a la novia—. Despidela.
—Pero… —Massimo vaciló, alternando la mirada entre el cliente furioso, su esposa llorosa y la indefensa Fiorina.
Aquel instante de duda heló a Fiorina más que cualquier acusación.
Un destello brilló en sus ojos verdes limón… La angustia que había sentido antes le pareció increíblemente irónica en ese momento.
Ella respiró hondo, reprimiendo todas sus emociones.
—Renunciaré —tomó la pañoleta y se la volvió a anudar—. Pero antes de irme, necesito aclarar que esta cicatriz es mi pasado, no mi pecado; no hice nada malo al amar de verdad a alguien que fue bueno conmigo; no creo que esté mal usar mi talento y mi esfuerzo para crear belleza para mis clientes.
Levantó ligeramente la barbilla y dijo, palabra por palabra:
—Si tuviera que encontrar un error, el único sería haber entregado mi corazón a la persona equivocada.
Tras terminar de hablar, dejó de mirar a nadie, enderezó la espalda y caminó hacia la salida sin mirar atrás, en medio de innumerables miradas complejas.
¡Fiorina se marchó casi corriendo del lugar! Con el dolor en su pantorrilla lastimada, y con las burlas e insultos resonando en su cabeza.
Al llegar a su coche, sus manos temblaban tanto que ¡CLINK! las llaves se le escaparon y cayeron al empedrado.
Respiró hondo y se agachó a recogerlas… Pero… Justo cuando sus dedos tocaron el frío metal, su mirada se fijó en un pequeño objeto de su llavero.
Era un pequeño llavero de la Torre Eiffel, un poco descolorido.
"Mi pequeña Fio", la abrazó por detrás, mientras sus dedos jugaban con la nueva Torre Eiffel de su llavero, "Nuestra luna de miel será en París, ¿qué te parece? Quiero pedirte matrimonio de nuevo junto al Sena, bajo la auténtica Torre Eiffel".
"¿En serio? ¿podrías encontrar tiempo?" preguntaba ella, feliz.
"Para ti, siempre." La besó en la frente, con un tono tierno y seguro. "Lo prometo."
Esa dulce promesa chocó de golpe con el recuerdo de su voz fría en la boda: "Hoy es una celebración. No arruinemos esto."
Apretó con fuerza su llavero; las puntas metálicas de la Torre Eiffel se le clavaron en la palma, pero el dolor no era nada comparado con la angustia.
Finalmente, las lágrimas estallaron.
Se agachó en el suelo, con los hombros temblando violentamente, permitiéndose este momento de llorar desconsoladamente por su amor muerto y su propia estupidez.
Y fue en ese momento de mayor vulnerabilidad e indefensión que una mano grande la sujetó firmemente del brazo.
—¡Ay!
Fiorina levantó la vista sorprendida, con los ojos nublados por las lágrimas, y vio a un hombre alto de pie frente a ella.
—No irá a ningún lado, señorita Cassini.