El deseo de Joaquina era razonable, el anhelo de saber que el corazón de su hija seguía latiendo en algún lugar del mundo le llenaba de euforia, pero también de zozobra, porque a pesar de todo su hija ya no estaba y solo quería aferrarse a ese sentimiento de presencia que existía aún.
—Eso será bastante complicado—. Expresó Lucrecia después de aquella pesadez silenciosa que se generó en la sala —, me atrevería a decir que hasta imposible, si pensamos en los aspectos éticos y de privacidad que se deben respetar por el bien de ambas partes.
—He hablado con el director del hospital, si bien me ha dejado en claro que será difícil contactarme con el receptor, también me ha dado una esperanza que no la pienso desaprovechar.
Lucrecia no sabia si decir lo que pensaba estaría bien. No quería que Joaquina tomara a mal las cosas, pero para ella es solo seguirse atormentando. Porque a pesar de que existía una persona con el corazón de Linda, no era su hija ¿Por qué vivir aferrada a el dolor?
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