Los tres hombres se abrazaron y Fabiano mentiría si no reconocía que sentía que había roto unas cadenas. Se sentía liberado y al fin se sentía completamente feliz.
Vicente, por su parte, le agradeció a Dios haberlo abrigado con su misericordia. El perdón de su hijo, era lo último que él deseó tener antes de partir y ahora lo tenía. Definitivamente, podía dar fe de que, Dios perdonaba a la oveja que volvía arrepentida a su rebaño.
La felicidad reinaba en el lugar, pero en este momento era efímera. Entonces el viejo interrumpió el abrazo y besó la frente de su hijo menor.
—Gracias hijo, gracias por tener ese corazón tan noble. Te amo y te amaré hasta mi último aliento.
Fabiano solo asintió y palmeó el hombro de su padre.
Vicente después giró hacia su primogénito y también lo besó.
—A ti también te amo. Vinz ustedes son mi razón de ser y deben cuidarse entre ustedes, como lo han hecho hasta ahora. Yo quisiera seguir protegiendo a todos, pero mi ti